Amén de asuntos como reforma de la Constitución, solución del problema en Cataluña, mercado de trabajo, pensiones, sin olvidar Sanidad y Educación, que exigen de un consenso amplio y generoso, cuanto menos de los partidos constitucionalistas, no olvidemos que aún colea una profunda crisis, genuinamente americana como algunos brillantes economistas han dado en llamar, nacida desde luego en el sector financiero de EE UU, pero cuyo impacto más fuerte se produce en la Zona Euro y que ocurre ni más ni menos por la manifiesta inadecuación de las políticas económicas adoptadas por gobiernos y gobernantes que rigen nuestros destinos. Sí que reconozco que en los últimos dos años la tendencia se suaviza por los bajos precios del petróleo y por el aumento sostenido de los estímulos del Banco Central Europeo.

Pero no se puede olvidar que seguimos con una elevadísima tasa de desempleo (20%), la segunda mayor de Europa, que la deuda pública se desboca al alza y que la deuda privada, aun remitiendo, sigue siendo muy alta. Y a esto le debemos añadir, a pesar de quien lo quiera negar, el aumento de préstamos morosos en el sistema financiero.

Consecuencia de todo ello y poniendo al descubierto una nefasta gestión de la crisis, el indicador PIB/habitante no crece. Es este un indicador de bienestar en la eurozona que sigue alarmantemente bajo respecto a niveles de 2007. Si recordamos la creación en 1999 de la Unión Monetaria Europea, este indicador del PIB/habitante es muy similar al actual y cifrado en unos 16.000 dólares, sensiblemente menor que el de EE UU. Esto nos lleva a afirmar que la erosión de todas las formas de capital sufrida durante la crisis, debido a la austeridad a ultranza en que se ha basado su gestión, tardará mucho en recuperarse.

Europa y por ende España, tiene un grave problema de producción, de competitividad y de trabajar bajo el auspicio de base tecnológica avanzada como corresponde al siglo XXI. Recordemos que la producción per cápita tiene tres componentes: 1. Participación del factor trabajo por habitante. 2. El capital per cápita. 3. La productividad total de los factores (PTF).

Pues bien, si nos tomamos en serio esto, podremos no sin dificultad atisbar una mejora y poder alcanzar unas metas que yo resumiría en tres: -Conseguir una tasa de paro por debajo del 15%. -Cambiar la orientación de la política económica, falaz y equívoca hasta ahora, y que nos ayude a un despegue sostenido en el tiempo. -Que aunemos esfuerzos para conseguir una calidad suprema en la función empresarial, una adecuación del tamaño de nuestras empresas, una respuesta contundente de los sistemas financieros a las verdaderas necesidades del tejido empresarial, una calidad en la regulación, una flexibilidad en los mercados de factores y productos y tener una especial habilidad para asimilar el cambio tecnológico.

Medidas todas ellas de corte económico y social, que con las expuestas al principio de este artículo y que podríamos denominar de marcado carácter político, que si tenemos la seriedad y rigor necesario para poder llevarlas a éxito, nos permitirá mirar al futuro con más optimismo. De lo contrario, lo veo feo, muy feo el panorama.