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Desde mi terraza

Luis De Castro

Mi rincón de pensar

El calendario, inexorable, llega al paso del ecuador del verano. El mes de Julio se consumió a la velocidad del rayo, y de forma ardiente en sus últimos días; y Agosto se ha convertido en una explosión de gente dominada por la voracidad de querer hacerlo todo, de querer comérselo y bebérselo todo, de robar al sol su ardiente caricia. Y cada cual administra su tiempo libre como quiere? o como puede. Y como un servidor también tiene el derecho a elegir, me incliné por una actividad muy denostada pero muy gratificante: no hacer nada. Pero esta actitud tan poco combativa, y por lo tanto tan poco productiva, la compenso con otra que me suele producir réditos: pensar. Así que, para pensar cómodamente, busqué un rincón en mi terraza al abrigo de mi pequeño bosque de plantas que ya debo sortear para hacerle sitio a la hamaca, acogedor elemento de mis posaderas cuando la brisa de la tarde da señales de vida. Una botella de agua fría y un café con hielo; el periódico y un libro conforman el resto del decorado. La saturación de las actividades artísticas y culturales, intensísimas durante los nueve meses del curso, me obligan a hacer un receso; aunque la verdad es que tampoco hay mucho donde elegir ni nada que me anime a abandonar mi rincón de pensar, lejanos ya los tiempos en que el verano alicantino ofrecía alicientes para lanzarse a la calle por la noche, para disfrutar bajo el resplandor de las estrellas de un buen ballet o una buena obra de teatro clásico junto al puerto o rodeado de las históricas ruinas del yacimiento arqueológico de Lucentum. Detesto aquello de «Cualquier tiempo pasado fue mejor», pero en mis reflexiones de este verano tan caluroso la frase adquiere consistencia, y me reafirma en mi opinión de la lamentable falta de continuidad de las actividades culturales veraniegas ensayadas durante los últimos treinta años. Pero es lo que hay, y quizás por esa ausencia de relajo artístico mi mente está ocupada por cuestiones más urgentes.

Como a cualquier español sensato, me preocupa la situación política que no acaba de encontrar el camino por donde transitar con un mínimo de seguridad. Y me parece injusto que la inestabilidad existente se cargue en el haber del Partido Socialista y su negativa a avalar al PP para un nuevo mandato, un PP que se negó a su vez a permitir que el señor Pedro Sánchez se convirtiera en presidente del Gobierno en el mes de Junio. En todo caso, tan irresponsable es una actitud como la otra. Pero como eso ni consuela a nadie ni permite avanzar, mejor centrarse en el presente. Al Partido Socialista no puede pedírsele otra cosa que no sea mantener una leal oposición en la próxima legislatura, y su esfuerzo para conseguir que se deroguen las leyes regresivas aprobadas por este gobierno en funciones, especialmente en materia laboral, educación y libertades. Otra actitud sería tachada de falta de coherencia. No estoy seguro de que un paso atrás del señor Rajoy a favor de otro miembro del Partido Popular sea la solución, pero seguramente facilitaría las cosas.

Mariano Rajoy ganó las elecciones, pero mientras no se cambie la Ley Electoral es legal y lícito que otras fuerzas políticas se unan en oposición global, como sucede en la actualidad. Así que por mucho que intento pensar en el sexo de los ángeles en mis tardes veraniegas, todo me lleva a que la actualidad me saque del ensimismamiento; por eso intentaré centrarme en esos tres o cuatro libros que me recomiendan amigos fiables: Arroz de Palma, del brasileño Francisco Azevedo; Cine o sardina, de Cabrera Infante, imperiosa recomendación de mi amigo Tricicle Paco Mir, y la novela póstuma de nuestro paisano Rafael Chirbes París-Austerlitz, que tengo pendiente desde este invierno. Para un lector lento como un servidor será material suficiente para el mes de Agosto, y la mejor compañía en mi rincón de pensar. Probablemente contribuirán a que piense mejor.

La Perla. Diario de un cínico: «No cuentes tus problemas a los demás; al 20% no le interesan y el otro 80% se alegra de que los tengas».

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