En ese invento infernal llamado Facebook he visto cómo un indocumentado hacía una afirmación imbécil: los toros no sufren matados en la plaza. Cómo se ve que no le han clavado ninguna espada entre las vértebras ni le han dado la puntilla, segándole la médula, con el puñal de descabellar. He de reconocer -a propósito del sufrimiento en general, no del de los toros- que estoy adquiriendo un cierto grado de masoquismo en este verano achicharrante, un día tras otro bajo mi olivo, como un Diógenes descastado. Incluso escucho a Maíllo que, aprovechando la guardia baja por los sofocos, equipara decir no a Rajoy y decir no al Rey. Magnífico marketing que convierte en un deber moral kantiano el perpetuar a la derecha en el poder. Ellos sabrán lo que hacen. Veo que hasta Felipe González se ha hecho del PP. Alejado de los palacios de la estupidez, los morenos top-less en las cubiertas de barcos postineros, de los postizos y las siliconas, de los rellenos y mentiras del maquillaje, de las falsedades de la movida, esperando a la inevitable Parca más pronto que tarde, encuentro como Boecio, consuelo en la filosofía y la buena literatura.

Laura -hija del magistrado Segovia de tan acertadas aportaciones en INFORMACIÓN- es una mujer antagónica al postureo y la gilipollez supina. Fresca, desvergonzada, procaz. Escribe como dos coros de arcángeles puestos de acuerdo para deleitar a quien la lee. Espontánea, desinhibida, sensual y apasionada se ha descolgado este verano con un libro cuya lectura aconsejo.

Léanlo -a ser posible, saben que es mejor estar solo que mal acompañado- con una pareja complaciente a menos de treinta centímetros de distancia, que la biología es muy esclava y el libro de Laura -El sexo como excusa- es para mayores con reparos. Es gravemente peligroso, 4 R, la calificación más perversa que utilizaba el cura de mi pueblo -en el que reinaba Mehincho como alcalde franquista presto a forrarse al menor descuido- para etiquetar a las películas en las que uno cometía pecado mortal de todas todas y salía derecho para el infierno a compartir la eternidad con Belcebú por el nefando pecado de la carne. El infierno, para ese cura trabucaire, estaba como la boca del metro, como el racó de INFORMACIÓN en Hogueras, como la cola del paro o como la sala de espera de la Seguridad Social. Abarrotado. Y eso que Laura aún no había publicado el libro -que yo les recomiendo hoy- para que pequen a gusto en este verano tórrido, aprovechando que no hay gobierno y, sin gobierno, la manga ancha es más fácil.

Laura -sin el hígado agujereado ni la nariz alcohólica, sin el güisqui reinando en su torrente sanguíneo- se coloca a la altura de Charles Bukowski del que no desmerece ni un ápice, solo que el otro era un viejo decrépito y ruinoso y ella es un pibón con todas las letras. Su literatura intimista y de alto voltaje erótico, es una delicia para los sentidos. Para todos. Charles Bukowski vive, no en Norteamérica ni en Alemania, está en Alicante, o está su doble físico -aunque no sé si es ágrafo-. Lo vi el otro día por la calle y tuve que reprimir el deseo de pedirle un autógrafo.

Cuidado con el verano, las urbanizaciones y los vecinos cotillas. No lean a Laura en el balcón ni en voz alta. Pueden ser colocados en la picota, tachados de vecinos promiscuos y degenerados, y denunciados por escándalo público como enemigos señalados de la comunidad, ese antro en el que anidan todas las intrigas.

Laura retrata, como solo ella sabe hacerlo, con la fluidez y la lubricidad de una genio de la pluma, un evento en el que todo parece determinado: un congreso de médicos oftalmólogos.

Tengo un amigo experto en conductas grupales, técnico de movimientos sociales, y estudioso del comportamiento humano cuando sale de su entorno y se desenvuelve en un colectivo en el que impera un mediano anonimato. Este sociólogo afirma contundente: Los congresos solo sirven para fo? No diré la palabra que no me gusta porque aún vivo esclavo de mi educación nacionalcatólica en el sector pobre de un colegio de curas. No diré la palabra aunque Laura me ha ayudado a pronunciarla y oírla con cierta normalidad.

En el congreso se desarrolla, explosiona, lo invade todo, anula cualquier otra cosa que no sea eso -no se sabe de congreso alguno en el que se haya alumbrado una idea científica nueva-. Los protagonistas son presos de la magia de una pasión carnal irreprimible. Laura la desarrolla, la describe, se regodea en ella con inigualable maestría. No hay excusa para el sexo, el sexo es el fin, el centro, el principio y el motivo de la relación. No lo destripo. Prohibido. Leánlo y? disfruten.