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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

Los estragos del converso

Los que siguen el avatar están pendientes de cómo va a resolverse el papelón, de quiénes están dispuestos a apoyar lo que hay que apoyar aunque sea dándole clandestinamente el plácet al pastel como ya ha ocurrido para enaltecimiento del ideario que representan y, por si todas las acrobacias no fueran suficientes, yo me siento abducido por las continuas apariciones de Verstrynge. Madre mía. Aprovechando la visita al médico mencioné el asunto y me dijo que, por mucho que la ecografía desvelara algo en torno a presuntas anomalías, lo que acababa de contarle sí que podría acarrearme consecuencias imprevisibles. «Ya lo sé, doctor, pero es que no puedo desengancharme».

Supongo que la mayoría se halla al corriente pero, por si hay gente que se cura en salud, diré que el que fuera secretario general de apé se ve a sí mismo como el verdadero tótem de Podemos para cuyo ejercicio empezó a acumular méritos haciéndole un escrache a Soraya en el barrio de Salamanca. Después de estar a las órdenes de Fraga todo es posible. Lo último que le oí al avieso analista tras el estruendo en Niza fue que, para que en España pudiéramos andar algo más tranquilos, Aznar debería seguir la senda marcada por su amigo Tony Blair y pedir perdón. Cada vez que lo escucho tiendo a resintonizar el aparato por comprobar si es que la fibra óptica ha hecho una de las suyas, y qué va. Es Verstry, que ahora que falta don Manuel, ya no hay nada que lo detenga.

Quien está contento con el ínclito es Llamazares. El que fuera coordinador general de Izquierda Unida -al ser lúcido en esa banda, lógicamente es ex- cometió la insensatez de cuestionar la fusión en frío de su formación con la de Pablo Iglesias por carecer del «calor de la gente»... ¡y qué ha dicho! A la vuelta de los resultados, el tótem denunció que había habido consignas en IU para votar al pesoe en Andalucía a lo que Zares respondió cuestionando el nivel profesoral del de la Complutense. Ya, pero, por las trazas, su magisterio persigue un solo objetivo: ser el otro Belén Esteban.

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