Los JJOO de 1960 dejaron una frase en el mundo del deporte.: «Nunca habrá una Olimpiada como la de Roma». Pero 4 años después, en Tokio 64, esa expresión se quedó obsoleta. Japón acogió al deporte mundial con el afecto, el respeto y la hospitalidad que sabemos que es la seña de identidad de aquel país. Un joven japonés de 19 años, Yoshinori Sakai, nacido en Miyoshi el 6 de Agosto de 1945, mientras la bomba atómica arrasaba Hiroshima, fue el encargado de llevar la antorcha en el último relevo y de encender el pebetero. Yoshinori, «el bebé de Hiroshima», atleta y periodista de Fuji TV, se transformó en el símbolo de la paz.

Por primera vez el Judo aparecía en unos juegos. Aunque era de exhibición, al ser el deporte nacional, los japoneses contaban con ganarlo todo. Así fue en la categorías de pesos. Nakatani, Okano e Inokuma dominaron en 68, 80 y más de 80 kilos. Tres oros cantados.

Pero el plato fuerte, la categoría «open», la joya del torneo, les fue arrebatada por el gigante holandés Anton Geesink que derrotó, sin paliativos, al héroe local Akio Kaminaga. Para nosotros, los judokas europeos, fue el do de pecho de aquella olimpiada.

Los hitos de Tokio 64 son otros: Bob Hayes 10 segundos en los 100 metros, Bikila revalida el oro en la Maratón, con zapatos esta vez, dominio absoluto de la natación norteamericana.

Para España, malas noticias. Un boxeador suspendido de por vida por agredir al árbitro. En atletismo Pipe Areta logró un honorable sexto puesto en salto de longitud.

Esperábamos judo oficial para Mexico 68, pero no fue así. Tuvimos que tener paciencia hasta Munich, ocho años después de Japón. En el D.F, nos encontramos con una catarata de marcas en atletismo, 29 olímpicas y 17 mundiales. Bob Beamon 8,90 en longitud, record imbatido durante 20 años y Jim Hines 9,9 en 100 metros para tres décadas. Recordamos el podium de los 200 metros con Tommie Smith y John Carlos compartiendo un par de guantes para hacer el saludo del «Black Power». El gesto reivindicativo, por desgracia, les costó muy caro.

En boxeo pudimos conocer a Foreman. Y en pelota vasca, de exhibición, los españoles consiguiera 4 medallas, 2 oros, 1 plata y 1 bronce.

Y llega Munich 72. Por primera vez asisto a unos juegos en directo. No como competidor. Santiago Ojeda es el único español en Judo. Pero tengo la suerte de poder acompañarlo con el equipo técnico y colaborar en sus sesiones de entrenamiento. Teníamos las mayores esperanzas ya que el canario era campeón de Europa y estaba en una excelente forma física y técnica. Pero el judo no perdona ni el más mínimo fallo ni la suerte esquiva en el sorteo. Klaus Glahn lo apartó en pesados y en el «Open» cayó contra el japonés Shinomaki.

Pero lo peor de Munich 72, todo el mundo lo sabe, fue el terrible atentado. Lo presenciamos en vivo y espero que nunca vuelva a suceder. Es un recuerdo demasiado amargo. La bandera, teñida de sangre, pasó a Montreal durante una ceremonia de clausura emocionante y triste.