Dentro de los mamoneos de otra época probablemente lo peor de lo peor fue el de Canal Nou. Es verdad que hay cosas más sangrantes, incluso más caras, pero profesionalmente me resulta repugnante la manipulación y el aprovechamiento político que fueron sus señas de identidad mientras duró. Es verdad que no todos los profesionales estaban en el ajo, pero por acción o por omisión todos son de algún modo culpables de hacer o dejar hacer en semejante putiferio, que fue la ruina de todos y el paraíso de unos cuantos aprovechados -ojo, con nombres y apellidos, que se conocen perfectamente y por ahí campan tan panchos/as. Los que se forraron gracias al Papa y a la Mama, los que tuvieron fiestas de cumpleaños en Africa rodeados de champán y chicas alegres. En fin, me avergüenza a mí, pero no a ellos.

Y eso que últimamente estoy en plan Zen y he firmado un pacto conmigo mismo para no mirar atrás con ira excepto si el pasado me toca muchísimo las narices, y en este caso me las toca a modo. Sobre todo, ya digo, porque los responsables están saliendo de rositas y encima presumen por ahí de que nadie tiene «güevos» a buscarles, en muchos casos además con importantes vinculaciones familiares ligadas a instituciones semipúblicas, que no digo yo que debas de responder por lo tuyo y por lo de tu prima, pero algún escarmiento se podía haber hecho.

Pues no, todos tan felices como si no pasara nada y no es que no conozcan los datos y los nombres, que son públicos y hasta publicados. Ahí le falla la transparencia al conseller de Transparencia y, obviamente, a otros muchos que conocen los casos y por insidia o por dejadez prefieren no meterse en ese avispero, que mucho hablar cuando estaban fuera, pero hay patricios a los que no quieren molestar ahora que pisan parqué. Y ahí lo dejo (de momento).

Como los políticos se olvidan del pasado cuando les conviene, llevan desde que accedieron al poder con la cosa de resucitar la tele autonómica. Ya se sabe que eso de resucitar a los muertos da poco resultado (el pobre Lázaro no levantó cabeza desde entonces y Jon Snow tampoco está para tirar cohetes desde que Melisandre le curó las puñaladas). Pues, erre que erre, siguen adelante con un plan que -estoy seguro- interesa a un uno por ciento de los valencianos, y eso tirando por lo alto y suponiendo incluso que ese uno por ciento está en la misma capital del Règne y pertenezca al grupo de los «culturetas» de toda la vida.

A ver: ¿Para qué queremos Canal Nou? ¿Para ver partidos de fútbol o la Fórmula Uno en valenciano? Ya no hay dinero para esos dispendios. ¿Para ver películas dobladas al valenciano? Líbrenme los dioses de decir que la lengua no sea importante, aunque sólo sea por hacer perdonar mi origen mesetario, pero francamente? ¿Para difundir la cultura valenciana, nuestra gastronomía y la «pilota»? Ah, ya sé, es para hacer llegar a los valencianos y valencianas (gracias Mónica) lo que sus maravillosos dirigentes hacen día a día para velar por su futuro y embellecer su presente.

Acabáramos: quieren poner en marcha de nuevo una Hoja Parroquial o el llorado suplemento de INFORMACIÓN que dirigía Recaredo de la Consigna donde se aleccionaba a los tibios y fustigaba a los contrarios, páginas en las que se daba brillo y esplendor a las hazañas de nuestros gobernantes, a la par que se dejaban ver sus palmitos chorreantes del sex-appeal del poder cortando cintas e inaugurando pantanos. Todo ello a mayor gloria de quien manda y para mofa y escarnio de los malvados periódicos que retuercen nuestras palabras y quitan importancia a nuestro gobierno. Una información sin intermediarios, como no se cansan en repetir de Carmena para abajo, directamente del gabinete de propaganda a su mesa, el sueño de Goebbels.

¿De verdad hace falta resucitar Canal Nou? ¿Alguien que no sea un político que quiera enseñar a sus niños a la hora de cenar lo importante que es su padre, que sale en la caja tonta adorado por los pueblos, puede añorarla? ¿No hay otra cosa mejor en la que gastar el dinero de todos que en la publicidad bajo la apariencia de comunicación? Mira que es antiguo eso de que dejemos que los muertos entierren a sus muertos y así y todo, no se enteran. O no les conviene enterarse.

Genial, pues a «guanyar diners» con los nuevos Monleon que saldrán; al fin y al cabo la historia siempre se repite y el ADN de un político es exactamente igual al de otro, independientemente de cuál sea su ideología, si bien radicalmente diferente de los genes que llevamos los que pagamos la juerga.