Las malas lenguas dicen que José ha muerto. Hablan por hablar, ¿qué saben ellos?, ¡qué poco conocen al maestro!

Oídme bien, flamencas y flamencos de Alicante, amigos de Bacán y del Pinini, no hagáis caso de habladurías.

Es mentira, lo sé de muy buena tinta. ¿Cómo se va a morir, así como así, de la noche a la mañana, un gigante de la talla de Menese?

Tan solo se ha quedado dormido, se ha echado un rato la siesta tumbado entre los naranjos y las yerbabuenas; tendido en su cama de espliego y mejorana.

No suspires Finuchi, que José no se ha muerto; se ha tomado un respiro, un descanso, un receso. No lloréis los de Bacán, ni las gentes del flamenco, que José estaba cansado y se ha quedado traspuesto.

Decía Kasey Michaels, en «hijos del pasado», que un hombre no muere mientras haya alguien que lo recuerde. Entonces, ¿cómo va a morir el duende de un genio?, ¿cómo va a desaparecer un cante que tanto duele?, que nos cornea la sangre como un toro negro de soníos extraños.

Cuando despiertes, José, no te olvides la bufanda, que allí hace frío por la noche y eso puede afectarte la garganta. Por fin verás a tu maestro Mairena, que te espera impaciente desde 1983, y podrás alternar con otros muchos cuyas profundas sendas flamencas también transitaste.

Ante tamaña felicidad, entendemos que ya no quieras regresar con nosotros; era de esperar que tu alma pura de poeta, cansada de tanta mediocridad, tratara de volar hacia cotas más altas.

Nos dejas tu ejemplo, tu duende, tu voz recia y limpia, tu queja eterna; en definitiva, nos dejas tu vida

Un abrazo y hasta siempre maestro.