La posición de Rajoy aceptando el encargo del Rey de formar Gobierno, para a continuación poner en duda ante los medios de comunicación que vaya a someterse a la investidura, plantea una situación sin precedentes en nuestro sistema parlamentario. Nunca antes había ocurrido nada igual, aunque con lo que llevamos ya en el convento nos estamos acostumbrando a vivir en esta situación de aparente interinidad. Vivir para ver y ver para creer. Tras las elecciones del 20-D yo pensaba que era una cuestión estratégica, una jugada del Risk por parte de Rajoy, lo de quedarse ahí acantonado a verlas venir, sin mojarse. Fueron otros los que salieron a la palestra, a dejarse los cuernos en un empeño que a la postre resultó estéril. A río revuelto, ganancia de Rajoy. Le salió bien la carambola, porque en las segundas elecciones cosechó más votos y encima sin despeinarse. Algo que dudo mucho que volviera a pasar en unas terceras elecciones, porque si Rajoy no da el paso ahora se va a desacreditar ante la ciudadanía. Debe someterse a la investidura, aunque sea para que la Cámara no le otorgue la confianza, e incluso a sabiendas de que ocurrirá tal cosa. Y así quedará como un señor que al menos lo ha intentado y que tiene sentido de la responsabilidad. Lo contrario nos dejaría con la imagen del torero que no se atreve a salir del burladero a torear. Imperdonable a estas alturas.

Es más, por el bien de España, el PP debería negociar sin condiciones previas con PSOE y C's, sin dar por hecho siquiera a Rajoy, dado que, aunque se quisiera vestir de gran triunfo para el PP el resultado de las elecciones del 26-J, en realidad consiguió sólo una ventaja discreta e insuficiente.

El PP debería haber hecho un guiño al PSOE, en lugar de a los nacionalistas catalanes, y haber propuesto a un candidato del PSOE a presidir el Congreso, en lugar de Ana Pastor. Tal vez otra vez Patxi López. Habría sido mucho más inteligente acercarse al otro gran partido constitucionalista, dándole una ventaja para limar asperezas, en vez de quedar muy mal, fatal, que diría mi sobrina Carmencita, pactando con los nacionalistas catalanes. Los que quieren cargarse España, vamos. Este torpe movimiento adicionalmente ha dejado al partido menguante de Rivera con pocas opciones de votar a favor de Rajoy, lo que es comprensible por ser la columna vertebral de su ideario, aunque ni siquiera esto se debe anteponer al interés general. Los tres grandes partidos tienen que echar el resto y demostrar sentido de Estado, para evitar lo que sería el lamentable espectáculo de unas terceras elecciones y la parálisis del sistema.