La aprobación del Plan de Ayudas Financieramente Sostenibles por parte de la Diputación Provincial de Alicante (con el voto favorable de todos los grupos políticos) provocó una oleada de críticas e indignación por parte de los responsables del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Elche. Que a la ciudad se le asignaran inicialmente poco más de 200.000 euros cuando a municipios con diez veces menos población se le atribuían ayudas diez veces superiores parece que fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de nuestros representantes municipales que, justamente, protestaron por este reparto desproporcionado. Y que acabaron por conseguir que la ayuda finalmente fuera de medio millón de euros, añadiendo otro proyecto más a los que recibían fondos por parte de la Diputación Provincial.

En cualquier caso, y por poner en comparativa esta ayuda, fueron 300.000 euros menos de los que reciben Orihuela o Benidorm. O la mitad de lo que recibe Alicante, en la que se financiará la construcción de un carril-bici entre la ciudad y la EUIPO (la antes llamada OAMI). Carril bici que, teóricamente, discurre entre Alicante y Elche, pero cuya única fase presupuestada hasta el momento es la que concluye en la institución comunitaria.

Tampoco sorprende demasiado el poco cariño de la Diputación hacia la ciudad de Elche a la que, a pesar de su relevancia dentro de la provincial, ha ninguneado frecuentemente, desequilibrando su labor inversora a favor de la capital. Baste señalar que, en los últimos años, de diecisiete nuevos edificios construidos por la institución provincial (museos, instituciones, sedes?) todos han ido a la ciudad de Alicante. Mientras Elche sufragaba todas esas inversiones que no resultaban obligatorias legalmente (colegios, hospitales, infraestructuras?) a costa de los impuestos de sus ciudadanos. La última decisión ha sido la de bautizar a Orihuela como capital cultural de la Costa Blanca.

Por tanto, no podemos menos que celebrar que nuestros representantes políticos se planten ante el maltrato inversor que, sistemáticamente, ha sufrido la ciudad por parte de administraciones de ámbito provincial, autonómico o incluso estatal. Y que resulta más doloroso cuánto más cercana es esa Administración, que debería evitar, y no fomentar, ese trato discriminatorio.

Así que animamos a nuestros representantes municipales a que no se queden ahí. Porque da la impresión de que somos especialmente reivindicativos frente a instituciones gobernadas por partidos políticos distintos a aquellos que nos gobiernan en cada momento. Pero que esa agresividad se convierte en complacencia cuando se trata de reclamar frente a administraciones gobernadas por políticos del mismo color. Cuando, paradójicamente, parece que debería ser al revés, que a mayor grado de afinidad, mayor facilidad para conseguir mejoras y más accesibilidad a sus instancias para reclamarlas.

Podría empezarse esta reivindicación por reclamar del Consell más ayudas para el mantenimiento del Palmeral, que supone una carga demasiado gravosa y pesada para ser soportada en exclusiva por los ilicitanos, cuando se trata de un activo de nivel internacional para provincia, Comunidad y Estado. O por insistir en la devolución de lo abonado por los ilicitanos con sus impuestos para obtener el suelo de la Universidad Miguel Hernández. O para ampliar el Centro de Congresos. O para conseguir que se cree una sede del Museo Arqueológico Nacional en Elche. El desequilibrio inversor en nuestro entorno ha sido tan intenso que un listado medianamente exhaustivo podría ocupar todas las páginas de este diario. Si el Consell ha anunciado recientemente que invertirá diez millones de euros en la construcción del túnel de la Serra Grossa, para cerrar el trazado del TRAM (que conecta Alicante con el norte de la provincia), o que asegura veintidós millones de euros para que la Volvo Ocean Race siga en Alicante, suponemos que de algo dispondrá para invertir en la ciudad de Elche. ¿O no?

Pero este llamamiento no puede limitarse al equipo de gobierno, sino que debe ser extensible a todos los representantes políticos en el Ayuntamiento. Hacer política cuando no se tiene responsabilidades de gobierno municipal no puede limitarse a poner pegas sistemáticamente a todo lo que hace el equipo de gobierno, olvidando que de puertas afuera del municipio también se puede trabajar por Elche. Esa Diputación Provincial que ha aprobado el reparto de fondos al que hemos aludido está controlado por los partidos que aquí están en la oposición. Poco, salvo error u omisión por mi parte, les hemos oído al respecto. Ni una queja, ni una protesta, y sólo el apoyo al recurso planteado por el Ayuntamiento de Elche frente al acuerdo provincial de uno de los grupos de la oposición se aparta de ese mutismo. Deberíamos recordarles a todos ellos que se puede trabajar por la ciudad influyendo, en la medida de las respectivas posibilidades, a través de sus partidos políticos, en la toma de decisiones en otros ámbitos territoriales.

Ha llegado la hora de que nuestros representantes políticos, todos ellos, gobiernen en Elche o no, reclamen en Alicante, en Valencia, en Madrid o incluso en Bruselas, lo que por derecho nos corresponde y, durante tanto tiempo, no ha sido escatimado, siendo suplido sólo por el esfuerzo de los ilicitanos que, con sus impuestos, costeaban aquellas inversiones que a otros municipios sí les garantizaban otras administraciones. Para ello, necesitamos la ayuda de todos ellos. Y necesitamos también que demuestren una altura de miras y una capacidad de sacrificio de sus propios intereses personales en beneficio de los intereses de la ciudad que logre que, de puertas de Elche hacia fuera, nos comportemos como un solo cuerpo. Bien está que las disputas internas se diriman aquí. Pero cuando salimos del término municipal, debemos exigir a nuestros representantes políticos que trabajen a una, coordinadamente, y dejen de comportarse en términos de mera conveniencia local. Seguro que, en el empeño, se verán respaldados por toda la sociedad ilicitana, que apoyará a quien compruebe que realmente lucha por favorecer el desarrollo de la ciudad y, con ello, sus condiciones de vida.