La visión que Donald Trump nos ofrece de la democracia más poderosa del mundo, realmente es tenebrosa y desoladora. Escenografiando un país inmerso en el caos, en la inmigración ilegal, la inseguridad ciudadana, la sombra terrorista, etcétera. Toda una visión y estrategia nada esperanzadora u optimista para darse a sí mismo la oportunidad de ofrecer, como candidato a la presidencia por el Partido Republicano, la restauración del país de la ley y el orden y hacer que este país sea «grande otra vez». Es una práctica calificada ya de «Trumpismo». Y que sin duda es un oportunismo fácil frente a la oportunidad que Hillary Clinton tiene, como candidata a la presidencia por el Partido Demócrata, de ofrecer una visión optimista, esperanzadora, constructiva y sobre todo tolerante del país. Además, Hillary Diane Rodham tiene también la oportunidad de romper el canon político al alcanzar ser la mujer más poderosa del mundo. Siendo una mujer avanzada en ideas dentro de la tercera ola del feminismo (ola llamada también antifeminista). Pero lo más importante es que ella tiene la oportunidad de romper en su carrera a la Presidencia cierta hipnosis colectiva centrada en que solo Trump representa el cambio.

Pero consideremos que es la misma hipnosis colectiva que ha coreografiado el éxito del «Brexit», teniendo un actor político idéntico, Boris Johnson, actual ministro de Asuntos Exteriores y siendo ambos, Trump y Johnson, semejantes tanto en su locuacidad como en su físico. Y, además, el «Brexit» ha hecho entrar en escena a las dos mujeres más poderosas del mundo político: Theresa May y Angela Merkel. Ambas casi de la misma edad y semejantes en su pragmatismo. Ambas coincidiendo en ir sin prisas en el divorcio con Europa, a pesar de que líderes políticos europeos como François Hollande piden un divorcio rápido. Pero de momento, Theresa May apenas puede aceptar lo que Merkel y estos líderes políticos piden: la libertad de movimiento sin control de fronteras como coste por seguir participando en el mercado libre europeo.

Y es que los contenidos (tales como la libertad de movimiento, la participación en el mercado libre, etcétera) al final acaban teniendo más peso que la coreografía o escenografía que se realice para ganar un referéndum o unas elecciones, cuestión confusa todavía en nuestro país y que trastorna la crisis política que tenemos impidiendo que se pueda converger en un «corredor de principios», con renovación política, para la formación de un nuevo Gobierno y para la toma de decisiones de éste. Pero también para romper con la paralización en la obstinación, la reincidencia y la incertidumbre política y evitar que estemos en el cargado calendario electoral de Europa para el 2017 donde Alemania, Francia y Países Bajos tendrán elecciones, e Italia también si Matteo Renzi dimitiese en otoño. Todo esto en un contexto político donde se experimenta un aumento del sentimiento europeo y una bajada del euro-escepticismo, según la encuesta realizada por el Instituto IFOP (Instituto Francés de Opinión Pública).

En todo este escenario, la propia amenaza invisible e imprevisible del terrorismo (por radicalización, por enajenación mental, etcétera) está reclamando una nueva estrategia de seguridad en la agenda de Bruselas. Jean-Marc Ayrault, ministro francés de Asuntos Exteriores, ha indicado la necesidad de reconducir la operación Sentinelle. Y París ha requerido la ayuda de los 28 en la lucha contra el Estado Islámico, para la que se han movilizado ya Alemania, Reino Unido, Países Bajos, Italia, Letonia, y para la que han prometido contribuciones Polonia, Suecia, Finlandia, Luxemburgo, Eslovaquia. Pero a España la crisis política le impide cualquier decisión en este asunto, al igual que para el resto de los asuntos políticos y económicos.

El nuevo parlamento del 19 de julio ha comenzado con y está teniendo menos esceno-coreografía que el anterior. La elección de Ana Pastor como presidenta del Congreso marca una pequeña victoria de Rajoy. Pero el espectro político de este nuevo parlamento continúa profunda e ideológicamente dividido en el eje derecha e izquierda. Un eje del bloqueo y del no que puede impedir un viento político a favor de la formación de un nuevo gobierno. Albert Rivera parece estar siendo clave en las negociaciones desde su posición centrista, liberal y antinacionalista. Pedro Sánchez se compromete a «dirigir la oposición», mirando en campo de batalla a su contrario Pablo Iglesias, y situado entre unos «barones» socialistas divididos en cuanto a la estrategia a seguir: evitar nuevas elecciones o la no cooperación. Y Mariano Rajoy se maneja en la ansiedad de obtener un suficiente y seguro respaldo para realizar una propuesta de Gobierno realista. Mientras, la recuperación de la economía y otros desafíos internos como la independencia de Cataluña están dejados a su escenografía estival.