Si nos fijamos bien, las ideas tienen el mismo comportamiento que los virus. Las más «fuertes» son capaces de propagarse en proporción geométrica a través de la mente de los individuos y generar efectos de gran trascendencia para la propia especie, incluso para el planeta. Podrían, de hecho, ser el virus más peligroso (o beneficioso). Por poner dos ejemplos de ideas que pueden cambiarlo todo: «El mundo es redondo», o «El fin justifica los medios».

Este enorme poder de las ideas es usado por las fuerzas políticas, en cuyo caso lo llamamos propaganda. Asímismo, para el márquetin constituye la piedra angular de sus estrategias. A este respecto, el famoso empresario estadounidense Seth Godin explica en su libro Unleashing the ideavirus (Dando rienda suelta a la idea-virus) cómo debe propagarse una idea de este tipo. También afirma que las ideas verdaderamente contagiosas son novedosas, interesantes, de fácil comprensión e impactantes. Y que, en estos casos, los propios consumidores se encargan de difundirlas.

Pese a todo, es en el campo de las nuevas tecnologías donde se observa con mayor virulencia el citado efecto de propagación sin límites. Facebook se creó en febrero de 2004, y en tan sólo 5 años, la plataforma contaba ya con 250 millones de usuarios. Por escalofriantes que resulten estas cifras, hemos de pensar que WhastApp duplicó ese crecimiento en sus cinco primeros años. El concepto de aldea global, progresivamente más interconectada, favorece ciertamente el «contagio»

No importa demasiado que dichas ideas sean verdaderas o falsas. Pero el asunto de los rumores y su capacidad de propagación, resulta tan interesante que merece un estudio propio.

Desde la perspectiva neurológica, nos parece muy interesante ubicar el área cerebral que interviene en la propagación de estas ideas-virus, puesto que ello podría aclararnos algo más acerca de sus causas. En este sentido, científicos de la Universidad de California acaban de comprobar que se trata de la unión temporoparietal. Digamos resumidamente que esta área es la que nos permite ponernos en la piel de los demás, y que se activa cuando vemos algo que creemos que vale la pena compartir.

Citemos, para finalizar, la curiosa tesis del controvertido biólogo evolutivo británico Richard Dawkins, para quien la religión puede ser vista como una idea de propagación viral, capaz de transformar una civilización durante milenios.

Lo cierto es que muchas ideas-virus pueden estar influyendo directamente en las decisiones que tomamos y que determinan nuestra vida. Y, al final, quizá ya ni siquiera recordamos a las personas que las originaron. Para bien o para mal, algunas ideas viven mucho más tiempo.