Aunque en su ciudad, Alicante, apenas se representan las obras de Carlos Arniches, no ocurre lo mismo en Madrid, donde son frecuentes las reposiciones de sus comedias, que están impregnadas de ese Madrid castizo, tan característico de su teatro, en el que no solo recreó, sino que creó muchas expresiones que, una vez representadas, pasaron a ser de dominio público.

Carlos Arniches Barreda nació en Alicante el 11 de octubre de 1866, concretamente en la calle de Golfín. Muy pronto comenzó a trabajar de redactor para La Vanguardia y después se trasladó a Madrid donde continuó su trabajo de periodista, pudiendo así impregnarse del ambiente castizo que vertió en sus obras teatrales, convirtiéndose en el maestro del sainete popular madrileño. Allí otro alicantino, el músico de Villena Ruperto Chapí, autor de numerosas partituras del género chico y hombre popularísimo, se convirtió en su valedor. Con su ayuda, Arniches logró entrar en el mundo teatral de la capital. Su primera producción consiste en sainetes y libretos, algunos escritos en colaboración, para zarzuelas de fines del siglo XIX y principios del XX, hasta llegar a llegar a ser libretista de zarzuelas del llamado género chico para los maestros Ruperto Chapí, Federico Chueca, José Serrano, Jacinto Guerrero, Amadeo Vives, con títulos como Doloretes, La fiesta de San Antón, El santo de la Isidra, El puñao de rosas, El trust de los tenorios, El amigo Melquiades, El pobre Valbuena, La alegría del batallón, Alma de Dios, Don Quintín el amargao€

Su obra se encuentra a medio camino entra la tragedia y el humor, tratando del juego de apariencias, el contraste y los conflictos que sufren los personajes al enfrentar su aspecto social a sus verdaderos sentimientos. La riqueza de la lengua popular madrileña, unida al humor, la ironía y el juego de palabras, caracterizan estas obras de Arniches que supo mostrar los ambientes tradicionales de Madrid de forma inconfundible, siendo un extraordinario exponente del casticismo madrileño, del cual supo recoger maneras y expresiones, que enriqueció con aportaciones personales propensas a su estilización y no pocas veces a su caricatura, pero en las que el pueblo de Madrid se veía reflejado, adoptando a menudo frases y ademanes de ellas.

No solo como libretista renovador del género chico se ha de destacar a Arniches, porque es uno de los dramaturgos más relevantes del teatro español de principios del siglo XX. Su notable contribución a la regeneración del humor en las primeras décadas del siglo pasado, lo sitúa como uno de los autores teatrales relevantes de su época, llegando a ser miembro de la Real Academia de la Lengua. Su producción comprende unas 270 obras escénicas, estrenadas a lo largo de un período de más de cuarenta años, terminando su última obra, Don Verdades, el día antes de su muerte repentina, ocurrida en 1943. Es natural que una obra tan vasta sea desigual, pero en toda ella se revela una vena cómica auténtica, sobre todo en la descripción de costumbres y en la pintura de tipos castizos y populares, creando un género cómico nuevo que denominó tragedia grotesca, en la que se funde lo dramático con lo caricaturesco y en la que lo cómico encubre una emoción grave. Se trata, en esencia, de ofrecer al espectador una sociedad por la que Arniches sentía cariño y lástima. Unos personajes que, bajo una capa de comicidad, de ridiculez, muestran los conflictos, la angustia de unas situaciones de signo trágico. Y cuando Arniches protesta contra los caciques, los vagos, los señoritos, los fanáticos, los injustos, los envidiosos, los falsos patriotas, ya no es un escritor festivo, aunque la risa surja con sus personajes, sino un autor preocupado por la España de su época, que tiene muy dentro a esos hombres y mujeres, como para burlarse de sus sueños y de sus miserias. Destacan especialmente La señorita de Trevélez (1916), donde se critica a la juventud burguesa, ociosa y desocupada, que con sus crueles bromas no toma en consideración los sentimientos de los demás y Es mi hombre (1921), sátira del machismo. También, además, La venganza de la Petra (1917), Los caciques (1920), Los milagros del jornal (1924), El padre pitillo (1937)€ La presentación de estos seres que hacen reír cuando sufren y que despiertan asimismo en el espectador un cálido sentimiento de piedad y compasión, el hecho de suscitar la emoción por lo grotesco y arbitrario supuso una novedad en el panorama teatral español de la época. Siendo, posteriormente, muchos de sus argumentos adaptados para el cine, porque las comedias de Arniches son ágiles y entretenidas, son la obra de un autor que demuestra su verdadero talento dramático cuando, paradójicamente, bajo la máscara de una comicidad grotesca desenmascara lo humano transparentándolo, profundizándolo para su entendimiento.

Confiemos en que el 150 aniversario del nacimiento de Carlos Arniches, hijo predilecto de Alicante, se celebre en su ciudad con la importancia que merece.