Los perdedores están de moda entre los socialistas: Sánchez, Puig y Echávarri son ejemplos que hablan por sí solos. Los tres poseen con gallardía los peores resultados históricos de su partido en citas electorales. Los fracasos en generales, autonómicas y municipales, respectivamente, no solo no les han restado un ápice de presencia en los órganos de dirección del partido, cada uno en su ámbito, sino que además de no dimitir, ya anuncian a los cuatro vientos que se van a presentar a la reelección para liderar las ejecutivas tras un año, en el caso de Puig y Echávarri, de no aportar ni una solución a los problemas de los ciudadanos, que con ímpetu desusado denunciaban desde la oposición, y de crear algunos donde no los había. Un año perdido para las sociedades alicantina y valenciana. Claro que el espejo donde se miran no puede ser peor. Sánchez no lleva una convocatoria batiendo records de peores resultados, sino dos seguidas. Además, acumula en su persona el único fracaso en toda la peripecia política en democracia desde la transición en una investidura para presidir el Gobierno de la nación.

No cabe duda de que los perdedores deben tener algo morboso que excita a la militancia socialista, que contenta y feliz se dispone, tras no forzarles incomprensiblemente a dimisión alguna por las continuas debacles electorales, a reiterar su confianza en tan brillantes dirigentes. Y con la sana alegría que produce ser un partido perdedor, a las primarias con candidato oficial en la Comunidad y en Alicante, lo de Ferraz parece estar más lejos de las nobles aspiraciones del incombustible Sánchez, para consagrar en sus cargos a quienes han conseguido, no sin gran esfuerzo por su parte y por los que forman sus respectivos equipos, llevar a las siglas socialistas a ser la tercera fuerza política en la Comunidad. Los perdedores se agarran a lo único que parece tener pátina de respetabilidad democrática hoy en día, ser elegido en primarias, aunque a ellas no se presente más que el candidato oficial, y al resto se le pongan cantos rodados en su camino. Así de simple, con ello tienen derecho a seguir perdiendo comicios tras comicios y formando gobiernos con quienes también acaban superándoles. Tienen patente de corso para llevar a la debacle a su partido, los militantes, orgullosos de ver cómo la organización en la que militan va camino de integrarse entre aquellos partidos o coaliciones que surgen de sus cenizas.

Qué manera de aguantar, qué manera de menguar, qué manera de aburrir, qué manera de sufrir, qué manera de palmar, qué manera de perder, qué manera de frustrar, qué manera de fracasar, qué manera de engañar. En escasos dos años han acabado con el crédito que tenía entre el electorado español el socialismo. En Cataluña han querido ser más nacionalistas que Convergencia y Esquerra, en la Comunidad Valenciana han confundido sus proclamas con las de Compromís a quien han regalado protagonismo y gobierno a cambio de Presidencia, en Baleares ya no saben ni lo que son, en Madrid, territorio del secretario general, andan entre el tercero y el cuarto puesto, y en el resto ni les cuento, como mucho de segundones y echados en brazos de los populistas, excepto en Andalucía y Extremadura. Panorama nacional para echar a correr. Para echar a gorrazos al responsable último de este desastre, de esta debacle, de esta manera de perder.

Pero ni por esas, ahí está Echávarri para dar ejemplo. Alcalde de Alicante por la gracia de Compromís y Podemos, con vara de mando compartida y partida, con una ciudad atónita por las cuitas del grupo de gobierno, por sus desavenencias y enfrentamientos, pero ufano de todo ello, habiendo sacado unos resultados vergonzosos, habiendo sacado la lista que él encabezaba los mismos concejales que la marca blanca de los populistas, con la característica desvergüenza que lucen últimamente la mayoría de los dirigentes socialistas, anuncia a bombo y platillo que aspira a la reelección. Sin complejos y con la vuelta de Franco, hoy tercera fuerza de Alicante. Mi único pacto es con la ciudadanía, dijo Echávarri en la asamblea socialista, poco pacto se puede hacer con seis ediles. Refriegas municipales y refriegas internas en un año para olvidar, pero deseoso él de lucir palmito en cuadro colgado en la antesala del salón azul consistorial junto al resto de alcaldes que lo fueron de Alicante. Ese será su legado. Entretanto el Partido Popular a millas de distancia. A lo lejos se le divisa.