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No sólo de turismo y comercio

Nottingham es una ciudad de lo más gris y soso que se estila. Si no fuera porque Robin Hood nació allí nadie sabría ni que existe. En Nottingham tenía un cliente. Cada vez que visitaba sus oficinas ocurría un hecho muy cómico, y es que tres o cuatro veces al día, si estábamos en una reunión o hablábamos por teléfono, teníamos que callarnos durante al menos un minuto: la fábrica de motores de aviación Rolls-Royce estaba muy cerca y cuando probaban un motor el ruido era tan ensordecedor que no se podía hablar.

Y si me he acordado de esta tontería es porque hace unos día saltó una noticia a los periódicos que ha pasado desapercibida: la venta de la empresa Industria de Turbo Propulsores (ITP) a la inglesa Rolls-Royce. Una noticia pésima para la industria española. Les cuento. Allá por el 2003 la SEPI tenía el control de la empresa y la privatizó, se la vendió a Sener por 66 millones de euros. Sener la ha vendido por 720 a Rolls-Royce, y si digo que la noticia es una tragedia no es porque Sener haya dado un pelotazo, sino porque una industria estratégica en tecnología y que poseía el mantenimiento de los motores de nuestros cazas de combate y de la flota de aeronaves con bandera española, ha pasado a manos de un país extranjero. En los 30 años de existencia ITP se ha visto favorecida por un soporte público en forma de ayudas. Ese soporte estaba justificado para crear las capacidades tecnológicas de gran nivel inherentes a los modernos motores de aviación. Pero España se ha quedado ahora sin la posibilidad de estar al día en lo que a tecnología punta se refiere.

La política industrial de este país hace mucho tiempo que no existe. Hay vida después del turismo y el comercio. La manufactura se ha visto envuelta en un proceso de deslocalización a países de bajo coste, un hecho inevitable que obedece a la lógica económica de maximizar el beneficio, pero el consuelo era que países como España se quedaban la parte de innovación de la cadena de valor. Pues ya ven.

La legislatura anterior, y la anterior, y la anterior, no han hecho nada más en política industrial que hablar de «hojas de ruta». Es más, no han hecho nada por un sector que supone el 15% del PIB. Por lo único que se han preocupado nuestros políticos es que se mantuvieran los puestos de trabajo, que está muy bien, pero el coste que estamos pagando como país es de consecuencias muy grandes. Cierto que hay que proteger el empleo, pero si esto significa perder el control del capital (la propiedad) de la empresa y su «know how» (su saber hacer, su experiencia) entonces no todo vale con la excusa de salvar empleos.

Cierto que la planta de vasca de ITP va a seguir funcionando y dando empleo. pero como una instalación fabril de una firma extranjera. Perderá la capacidad de intervenir en la economía global con alguna autonomía, y verá reducido su desarrollo tecnológico a los intereses de Rolls-Royce sin capacidad de desarrollo propio. A corto plazo puede parecer suficiente, pero a medio plazo esas carencias serán un freno para continuar escalando puestos en el concierto económico mundial.

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