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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

Modelos por alcanzar

Aunque hayan pasado 26 años, seguro que no se ha olvidado. Está un grupo de adolescentes enfilando el potro, saltando a la comba en el instituto cuando un señor trajeado -el director o el jefe de estudios por los menos- entra, el profe de gimnasia desenfunda el silbato, los alumnos se acomodan en el suelo, el visitante inesperado blande un preservativo y los chavales sonríen entre giros de cabeza hasta que el que ostenta mando en plaza pregunta de quién es. Aún escapándose alguna sonrisa, se hace el silencio y se corta el rollo. «¡Que de quién es esto!», vuelve a oírse. Alguien se levanta, dice «mío» y de inmediato otra voz más ronca entona «¡mío!». Y así ellos y ellas, todos, asumen y comparten la responsabilidad de utilizar ese medio tan eficaz para la prevención que se fundió en el hallazgo del «póntelo, pónselo».

El entonces obispo de Valladolid advirtió a los ministerios socialistas implicados que, en lugar de educar en el autodominio, incitaba a la irresponsabilidad, y el de Madrid calificó la iniciativa de autodestructiva. Es justo reconocer el mérito de la cúpula eclesiástica en los últimos tiempos, sobre todo, que no ha dicho ni mu ante los juegos de manos desplegados por miembros -con perdón- destacados del establishment que, aún violando la confianza del personal y las normas más elementales de un comportamiento como Dios manda, se ve que para ella esta práctica resulta en cambio de todo menos destructiva. Eso es autodomio y, lo demás, cuento.

El «póntelo, pónselo» fue de los inventos más ruidosos que, una vez salvados múltiples escollos intransigentes, tuvo la virtud de darle un buen empujón a aquellos ideales que perseguían convertirnos en un país normal. Sin embargo, dentro de este frenesí de campañas electorales con sus post en el que hemos desembocado hoy, no solo ignoramos adónde nos conducirán, sino que igual no quedan modelos por alcanzar porque de esto se trata un país normal. Por tanto, tranquilos, monseñores. Que de orgasmos ya ni hablamos.

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