Escribía Azorín «lo más culto y exquisito de la vida no es la ciencia, sino la experiencia». Felipe González, Alfonso Guerra, políticos de larga experiencia, se han pronunciado por que el Partido Socialista -de no poder recabar apoyos suficientes Mariano Rajoy para gobernar- se abstenga o, incluso, si hiciera falta, que alguno de sus diputados presten los votos necesarios para evitar unas terceras elecciones y poder mantener la responsabilidad, entendimiento y concordia nacida con la Constitución Española. Ya en el proyecto de Constitución Española, promulgada en Cádiz el 18 de marzo de 1812, se decía que «la sabiduría de los hombres y escritores más profundos ponen fuera de toda duda la necesidad de que el entendimiento humano se rinda a la experiencia». El protagonismo de esta fase, de nuevo, corresponde al Rey, que deberá oír a las fuerzas políticas con representación parlamentaria. El Partido Popular ha obtenido la minoría mayoritaria, 137 diputados de 350, obviamente insuficiente para desarrollar las medidas urgentes que necesita la nación sin otros apoyos. Desde la aprobación de la Constitución Española, el PP, desde el centro derecha y el PSOE, el centro izquierda, han compartido alternancia en el poder y han logrado esta España de progreso y paz de hoy de la que nos sentimos orgullosos. Al aparecer, la crisis económica en Europa, sus consecuencias, el clima y ambiente de impotencia y la acumulación de problemas hacen aflorar en Europa grupos populistas, de diverso signo que, aunque con argumentos simplistas y demagógicos, consiguen tener amplia representación parlamentaria. Con los populismos se exacerban los nacionalismos independentistas. España no iba a ser la excepción. Emerge un partido con vocación de acabar con el «régimen nacido con la Constitución de 1978». Pero en estos momentos de dificultad, el pueblo español ha ratificado con su voto la Constitución Española. No quiere más constituciones de «vencedores». Es por ello que no podrá el populismo lograr su propósito a pesar de la astucia de sus dirigentes para conseguir se coaligaran, bajo su dirección, partidos de profundo contenido nacionalista e independentista que golpean la línea de flotación de la Constitución Española que «se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles».

Otro partido emergente, Ciudadanos, con experiencia política y constitucionalista como ha demostrado en la elección de la Mesa del Congreso al dar su apoyo en la elección de la diputada Ana Pastor como presidenta del Congreso de los Diputados, tiene ante sí una enorme responsabilidad. Constituidas las Cortes y elegida su mesa, el Rey es el único protagonista. Se postula como candidato, sin duda, Mariano Rajoy, aunque con insuficiente número de diputados para la gobernabilidad. Sólo Albert Rivera y Ciudadanos pueden aportar estabilidad y gobernabilidad para evitar unas terceras elecciones y poder negociar con el posible candidato un programa de mínimos: independencia de los jueces, Ley de Educación que sirva para varias generaciones, protección de la familia para cubrir sus necesidades mínimas y establecer un marco económico con las comunidades autónomas. Pero, sobre todo, no puede dejar pasar esta oportunidad de oro que le brinda esta investidura para consolidar a Ciudadanos como partido de centro, el Zentrum europeo. Y participar -no solo abstenerse o votar a favor de la investidura- en el Gobierno de la Nación y hacer que sus mejores hombres pasen a compartir consejos de ministros, direcciones generales, etcétera, con el Partido Popular. Consolidado ese espacio de centro, en posteriores elecciones evitaría tener que negociar con partidos nacionalistas. Si a Mariano Rajoy, propuesto por el Rey, el Congreso de Diputados no le otorga la confianza en ninguna de las dos propuestas previstas en el artículo 99, el Rey podría proponerlo de nuevo si consigue mayoría suficiente, coincidiendo con el criterio del catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Zaragoza Manuel Contreras, dado que ni la Constitución ni el reglamento lo impiden. El temor a la posibilidad de un gobierno de Pedro Sánchez, con apoyos de Podemos e independentistas, sin duda, haría que Mariano Rajoy obtuviera mayoría suficiente para ser propuesto candidato de nuevo por el Rey.

Lo inteligente sería no tener que llegar a ello. El jefe de la oposición y su partido tiene su misión en el Parlamento que no es otra que el control del Gobierno, y participar activamente en la aprobación de los proyectos de ley que presente el Gobierno o en las proposiciones de ley de la oposición. Y cuando se agote el Gobierno, recoger su antorcha, con nuevas ideas, nuevos impulsos, nueva gente. Y así es, como ha ocurrido hasta ahora, hemos progresado y vivimos en paz y lo hemos hecho, además, como dice el artículo 2 del Tratado de la Unión Europea, simplemente defendiendo los derechos humanos, la democracia y el Estado de Derecho.