Una sencilla acepción de diálogo, en el Diccionario General de la Lengua Española, lo define como «Coloquio, conversación o plática entre dos o más personas; o debate entre personas, grupos o ideologías de opiniones distintas y aparentemente irreconciliables, en busca de comprensión mutua». En los dos casos se precisa que participen dos o más dialogantes, ya sea de forma personal o en representación de un grupo. Seguramente ya habrá adivinado el lector que traer a colación el significado del diálogo es muy oportuno dada la situación política actual de nuestra nación.

¡Cuánta necesidad tenemos de diálogo! Unas veces para poner en común la diversidad de opiniones tratando de buscar un punto de encuentro que siempre es posible; otras veces para tratar de acercar posturas a través de una actitud de comprensión hacia el otro, bien sea en forma de disculpa o en forma de aceptación de la misma; y las más de las veces, para conseguir un devenir y una convivencia sin rencillas, sin resquemores, y en paz, siendo conscientes de que con un acuerdo de comprensión hacia las opiniones contrarias, y tratando de encontrar el mayor beneficio de cada situación para todos los dialogantes, se logra avanzar en lo que ahora se llama el Estado del Bienestar.

Este preámbulo sirve a quien escribe como base para poner de manifiesto algo que muchas veces pasa desapercibido en los trabajos y en las escenas belenísticas: en muchas de ellas, por no decir en todas, el diálogo que subyace entre la ambientación, la escenificación y la planificación del belén, y está presente en las actitudes de los personajes que lo llenan.

El verano pasado, con el título de Belenes en verano, escribí un pequeño artículo reivindicando el trabajo de los belenistas durante todo el año. Al igual que los artistas falleros, o los integrantes de las comparsas de Moros y Cristianos o las hermandades de Semana Santa, los belenistas no descansan, y planificando las exposiciones en febrero, los siguientes diez meses los dedican sin pausa a preparar escenas, dioramas, portales o belenes-cuadro que recogen momentos muy entrañables del hecho de la Navidad.

Y en esas escenas el diálogo nos presenta acercamiento, como el aviso del Ángel a los pastores y la respuesta de éstos al correr raudos a ver al Niño recién nacido; nos presentan respuesta, como la de los Magos ante la invitación a seguir la estrella; y nos presenta aceptación como la actitud de María ante el anuncio del Ángel que con sencillas palabras de salutación le dice que va a ser la madre de Dios. Y también en estas escenas hay otra forma de diálogo: la del niño que, ante los belenes, pregunta qué es lo que se ha representado, qué multitud de detalles se pueden ver, o quiénes son los personajes y qué hacen, y recibe cumplida y sonriente respuesta por parte de padres o abuelos.

Los belenistas, siguiendo el principal fin de sus estatutos y de su afición, durante todo el año trabajan en la preparación de los motivos que propician todos estos diálogos: los históricos y trascendentes, y los familiares, fundamento del encuentro en la fiesta entrañable de la Navidad.

Por eso estas líneas son oportunas para recordar otro diálogo: el de los Magos con Herodes preguntando dónde ha nacido el Rey de los Judíos, un diálogo que los belenistas quieren mantener con quienes pueden propiciar que los belenes estén en la calle durante los días de Navidad, un diálogo que ayuda a que la tradición tan española, y extendida al mundo entero, siga presente en las fiestas del reencuentro anual, de la cena familiar, de la alegría de dar un regalo. Los belenistas desde los primeros meses del año van solicitando diálogo para que los belenes formen parte de la ambientación de luces, cantos, campanas, y alegría navideña, como protagonistas excepcionales y promotores del diálogo.

No dudamos los belenistas de que encontraremos la respuesta diciéndonos dónde pondremos nuestros belenes, y lograremos el punto de encuentro y de aceptación al que un diálogo sosegado siempre llega. Y, aunque es verano, insistimos en hablar del belén porque es símbolo de encuentro y de consenso, ese anhelo al que todos los hombres de buena voluntad aspiran y que es el motor de la prosperidad. Gracias a todos los que hablan con la Asociación de Belenistas y a todos en quienes encontramos apoyo.