Dicen algunos amigos y conocidos que la mesa del Congreso es de derechas, verdad insondable. De derechas nos tildan a los que, desde nuestra ideología socialdemócrata, no estamos de acuerdo con la deriva del que fuera mi partido durante casi un cuarto de siglo, y/o de bastantes que siguen conservando la militancia. De derechas dicen que somos los que denunciamos que desde que la particular praxis ideológica de Zapatero, se fueron subvirtiendo muchos de los valores propios de la socialdemocracia y del centro izquierda. De derechas nos tachan por estar en total desacuerdo con la estrategia, praxis política, puesta en escena y comportamiento del actual secretario general de los socialistas. Nos tildan de derechas, con acritud, pero sin argumentos sólidos. El más utilizado es nuestra supuesta cercanía al Partido Popular, como si sus seguidores portaran algún pecado original que les desplazara del sistema democrático, y con ellos no se pudiera ni dialogar. Para ellos, y para tantos que siguen y votan a la nueva izquierda que gira alrededor del movimiento populista de Podemos, somos de derechas. Pues a partir de la fecha, y manténgala en la memoria, un diecinueve de julio, van a tener que acostumbrarse todos ellos a pasar por el aro de consensuar, dialogar, pactar y lograr acuerdos con el Partido Popular, con la derecha. Lo dirija Rajoy o cualquier otro de sus militantes. Si el 18 de julio supuso el aldabonazo del caos de la guerra civil y del cainismo que llevamos dentro tantos españoles, un día después y ochenta años más tarde, quizás signifique el comienzo de lo que se ha venido en llamar la nueva política, no la de los nuevos actores, sino la de los de siempre. El pacto al servicio de los españoles.

El pacto de la mesa del Congreso de los Diputados entre Partido Popular y Ciudadanos, pone en evidencia a todos los que han venido postulando el cerco y aislamiento de los populares como nudo gordiano de la estrategia del partido que ha gobernado más años este país. El nombramiento de Ana Pastor como presidenta de las Cortes Generales, una persona cercana a Rajoy, que todo el mundo, hasta el representante de Compromís, señala como una gran gestora, dialogante, con iniciativa y afable, con notable éxito en los ministerios que ha presidido, pone de relieve que en política no se puede, ni se debe, por el bien de los ciudadanos, ser monolítico en actitudes y discursos, pues en cuestión de días o semanas puede quedar con las vergüenzas expuestas y tragándose las palabras. Si la prudencia no preside parlamento y procederes, se corre el riesgo de encorsetar de tal manera tus posibles acuerdos, que acabes sin poder moverte de tu posición inicial, aislándote a ti y a tus representados, precisamente lo que intentabas hacerle a tu adversario.

Las necesidades de un país debieran anteponerse a las exigencias de un líder o querencias naturales de los militantes de un partido, a los que se tiene el deber de dirigir, de ahí el vocablo dirigente. Participar en democracia también es co-gobernar, pues con ello facilitas, desde el legislativo, que el ejecutivo comience su andadura para que la población no sea afectada por el limbo en el que ejecutivo y legislativo quedarían atrapados. La pretensión de Alicante de ser Agencia Europea del Medicamento, necesita como agua de mayo de un Gobierno de la nación cuanto antes mejor, el tiempo castiga los proyectos.

Si se hace de la intransigencia una manera habitual de comportamiento, se termina por expulsar electores y militancia conforme pasa el tiempo y el empeño sigue tozudo en la negación de la existencia del adversario. El socialismo lleva, desde la época de Zapatero, perdiendo electores a razón de unos tres mil diarios. Si ello no es suficiente para revisar políticas y liderazgos, precisamente la regeneración que se les exige a los que le siguen breando en las urnas, pues doctores tiene la iglesia de los que carece el equipo dirigente del actual PSOE. Ser de derechas, es tan democrático como ser o sentirse de izquierdas, quien no lo vea así, no parece que sea portador de los valores que sostienen al sistema democrático que rige en los países más avanzados, sino que parece preferir regímenes de los que debiéramos abominar como las «democracias populistas», dictaduras o teocracias. La socialdemocracia, pero también el liberalismo, o la democracia cristiana son ideologías en las que se fundamentan nuestros estados de Derecho y de Bienestar.