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José María Asencio

Pactos y ambición

Empiezo a echar de menos el bipartidismo, aunque fuera con obligadas correcciones que impidieran que la estabilidad dependiera del alto precio que hubo que pagar a los nacionalistas. Tenía razón Fraga cuando, al momento de votar la ley de reforma política en 1986 apostó por introducir elementos del sistema mayoritario. No se hizo y al final, dada la ensalada de siglas que en aquella época formaba el panorama político español, se consagró un sistema proporcional con cierta ventaja al partido más votado, el actualmente vigente.

Todo esto de la representatividad está muy bien y es muy democrático. Lo que sucede es que en situaciones de fuerte inestabilidad conduce a la ingobernabilidad que a nadie beneficia y a pactos postelectorales tan en ocasiones absurdos que el resultado puede ser el desastre. Si a eso se suma que los partidos, por esencia, anteponen sus intereses a los generales y sus luchas de poder internas a las necesidades del Estado, lo que se ofrece con esta tan teórica pluralidad, es el resultado de combinar estrategias electorales con ambiciones mediocres. Y a esto lo llaman política. Si a ello unimos que nuestros partidos son una auténtica olla a presión en su interior en la que bullen conflictos latentes, el resultado es el que es.

Mientras que en algunos países los acuerdos son algo natural, aquí, donde la confrontación alcanza cotas casi patológicas e históricamente muy propias de nuestra idiosincrasia, todo lo que no sea una mayoría holgada se traduce en despropósitos y absurdos.

También es verdad que ha habido momentos de nuestra historia reciente en los cuales la clase política destacó por valores que la hicieron merecedora de respeto. Los que ahora llaman algunos con desprecio «floreros», refiriéndose a González o Guerra, superaban en todo a la clase política presente, de cualidades tan sumamente inferiores, que la confianza que nos piden es cuestión de fe y mayor que la exigida para comprender los misterios más profundos de la naturaleza o la mística. Será, seguramente también, porque frente a los políticos de la Transición, que tenían oficios y conocimientos que les permitían vivir de otras artes, los de ahora nacen, se desarrollan y mueren a las ubres de un partido que es su padre y madre, su trabajo, casa y familia. Fuera de aquel, está el frío de la calle. Solo estas razones pueden explicar el cúmulo de estupideces que estamos viviendo. El poder es la meta, próxima o venidera y en todos está grabado a sangre y fuego el alcanzar el poder, aunque los votos no sirvan a tal efecto y la representatividad sea nula.

No hay enigmas en todo esto si se acepta la única verdad que mueve a las formaciones políticas, que no es la ideología, ni el bien común. Cómo, si no, se entiende que C´s llegara a un acuerdo de gobierno con el PSOE tras el 20D y ahora no sea capaz de hacerlo, ni de intentarlo, ni siquiera lo acepta como punto de partida, con el PP. No parece que se trate de obstáculos ideológicos o de los manoseados argumentos de la corrupción, que impedirían también la abstención si fueran coherentes con su proclama. No es C´s un partido más próximo en su ideario al PSOE, que al PP. Simplemente, el PP es su rival natural. Pase lo que pase, se opone por razones de pura estrategia, aunque en este caso la realidad les puede obligar a retractarse una vez más.

El PSOE, exactamente igual. No duda en pactar con C´s, ideológicamente más próximo al PP, pero no con este último, un adversario al que debe derrotar, razón que se eleva sobre cualquier otra.

Lo del PSOE y Podemos es aún más gráfico. La palabrería esconde que el entendimiento es imposible pues esa unidad que algunos reclaman podría significar la absorción del PSOE ante un Podemos que camina, ha dicho, hacia la socialdemocracia. Si se encuentran en el mismo espacio y caminan unidos en un gobierno, el riesgo para el PSOE puede ser extremo.

Los acuerdos, pues, nada tienen que ver con los posibles objetivos o reformas sociales y políticas que tanto pregonan. Banalidades que ceden ante las estrategias de poder. Es ridículo y una pérdida de tiempo tratar de razonar y utilizar argumentos que los partidos no tienen entre sus ocupaciones o preocupaciones.

Solo atienden a lo que ellos entienden por política y ésta únicamente consiste en los cálculos de beneficio y coste electoral presente y futuro. Por ello, porque las habas están contadas, no he dudado ni un solo momento en que C´s y PSOE permitirán el gobierno del PP en minoría. Pero, igualmente, tampoco de que harán difícil o imposible que ese gobierno trabaje, sin pactos o acuerdos, ni siquiera puntuales y mesurados. Oposición y confrontación ante unas elecciones que se aventuran prontas, aunque no inmediatas. El futuro, ante estos presuntos líderes de la nimiedad, está servido. La gobernabilidad es un imposible con estos números aunque se produzca un pacto para la investidura. No más de dos años de infierno para quien llegue a gobernar.

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