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Marc Llorente

Explosivo liderazgo

Manu Katché

Auditorio de la Diputación de Alicante

Festival Internacional de Jazz (FIJAZZ).

El liderazgo se percibe en todo momento y especialmente en la exhibición realizada en el tramo final con despliegue de recursos en la batería. Desaparecen los instrumentistas, queda solo el parisino Manu Katché y vuelven al escenario sus colegas para continuar la marcha. Esto lo tuvieron que obtener los espectadores con aplausos, ya que la actuación se dio por terminada prematuramente, tras unos sesenta minutos de notas musicales en el Fijazz. No se llenó el Auditorio de la Diputación de Alicante el sábado, pero, eso sí, la afición estuvo calurosa con uno de los músicos más notables del jazz de hoy. No es frecuente que el líder de una banda sea el baterista. Ni tampoco lo es que una joven, noruega, por cierto, Ellen Andrea Wang, toque el bajo. El protagonismo de Katché no impide la equilibrada conjunción con el teclado eléctrico, el piano, el saxo o la trompeta para completar el grupo. La suavidad de la música desemboca en el ritmo más frenético. Y se agradece que la serenidad melódica y la limpieza sonora eviten el embarullamiento musical. No lo consiguen siempre, por lo que se impone el frenesí, un efectismo que muchos aficionados ovacionan. Las sonoridades jazzísticas, serenas o con gran estrépito, suelen reiterarse y pueden anidar en una palpable monotonía. No obstante, el piano nos eleva en ocasiones, y el teclado deambula por la senda de un jazz moderno con pop-rock. El estilo clásico, el blues, la world music y sus colaboraciones en conjuntos roqueros o con destacados artistas conforman la versatilidad de Katché, Caballero de las Artes y las Letras en su país. Funky, soul, sonido de los años 70? Combina estos ingredientes con el colorista universo del jazz que permite experimentación y romper ligaduras, como se comprueba en sus álbumes y en la presentación, sobre todo, de Unstatic, su último disco. City, Blossom, Daze days, Rolling o Ride me up. Los metales reivindican su causa. La explosiva o delicada batería y la percusión demuestran el peso de un Manu Katché muy experimentado, que vibra con sus malabares. La bajista es vocalista aunque solo susurra ocasionalmente, y el público tarareó en tiempo de prórroga.

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