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Semana y media

Andrés Castaño

¿Terceras elecciones?

Lunes

CABESTROS

Lo que va de Paquirri a Víctor Barrio, del santoral mojigato al canibalismo rupestre, de las procesiones de plañideras enlutadas al regocijo internauta con aspersor de excrementos. Escribe un tal Vicent Beleguer acerca de la muerte de un torero en la plaza: «Hoy es un día alegre para la humanidad». El desahogo tiene poco que ver con la polémica taurina y sólo tangencialmente con los «animalistas» que defienden una carta de derechos de los animales (en la que difícilmente puede incluirse el derecho a la vida por obvios motivos de manutención universal). Tiene más enjundia una aproximación a los límites de la libertad y a los estadistas mamporreros que fijan el umbral de tolerancia a la difusión del odio. Ese umbral se está difuminando felonía a felonía hasta legitimar en el inconsciente la amenaza al adversario, los eslóganes sanguinarios, las consignas macabras o la agresión física bajo el epígrafe «gajes de la política». Si todo esto ya ha sido tácitamente indultado por la opinión pública, ¿es punible que Vicent Beleguer desee una muerte lenta a la viuda de un torero?

Martes

TÚ LA LLEVAS

Contemplo en la pantalla a un hombre extraordinariamente parecido a Albert Rivera que acaba de entrevistarse con el presidente en funciones y anuncia que Ciudadanos se abstendrá en la votación de investidura. El «otro» Rivera no tuvo empacho en sumarse a la pantomima de la investidura de Sánchez tras la espantada de Rajoy y ahora su sosias ha arrumbado vetos en el trastero ofreciendo una neutralidad benévola. La diferencia entre diciembre y hoy es que entonces Rivera no temía nuevas elecciones y ahora ha abandonado al PSOE en esa carrera colegial que iniciaron tras el 26-J al grito de «el último la abuela y el primero se la come» en la que intentaban no ser el primero que apoyara al PP pero tampoco quedar señalado como aguafiestas de la estabilidad. La abstención de Ciudadanos endosa al PSOE en exclusiva una responsabilidad que éste pretendía compartir. Y, como decía Vázquez Montalbán, lo peor que puede ocurrirle a alguien con manía persecutoria es que le persigan de verdad.

Miércoles

A DÍA DE HOY

El PSOE parte de la premisa, errónea, de que su electorado no perdonaría franquear el paso al PP, pero también contempla con pánico comprensible otra sesión de «ruleta rusa» electoral. Este estado de ánimo bipolar, el cuerpo le pide abochornar a Rajoy con un voto de desprecio pero la cabeza aconseja optar en la hora veinticinco por el mal menor, casa con lo que Bismarck decía de las guerras preventivas: un suicidio por temor a la muerte. Alguien del Comité Federal entregado a este desvarío ha declarado que el partido mantiene su dudosamente fructífero «no es no», pero que unas terceras elecciones serían catastróficas. La entrevistadora ha comenzado a bizquear hasta que el entrañable Alfonso Guerra ha aportado la claridad de un jardín de infancia: o el PSOE se abstiene, o habrá terceras elecciones. Ahora bien, aunque sea indisimulable la teatralidad de los portavoces socialistas que sugiere un epílogo pacífico, por el momento no han dudado en devolver el cáliz amargo a Rivera: nosotros nos abstendremos si vosotros votáis «sí».

Jueves

DECLARACIÓN DE RUINA

Desde ayer sabemos que el techo del déficit español se alicata con otra subida de impuestos y el suelo de sus hipotecas cimenta protegiendo retroactivamente la usura. El oráculo europeo ha decretado más recortes y dispensado a los bancos de reintegrar lo cobrado indebidamente y en ambos casos Bruselas esgrime el evanescente interés público de no gastar más de lo que se ingresa como hace cualquier familia diligente y de garantizar la solvencia del sistema financiero, que se adentraría en el apocalipsis ante una avalancha de reclamaciones prehistóricas. Es una circunstancia euforizante que ese interés público corra por cuenta de contribuyentes sin posibilidad de fuga fiscal por ser asalariados o de deudores menesterosos que indudablemente hubiesen preferido pagar la casa al contado y no hipotecarse. Regresando a la metáfora, la plebe sostiene el techo sobre un suelo que se hunde mientras el profeta De Guindos vaticina con su ábaco de décimas macroeconómicas la inminente mudanza a una mansión con techo retráctil y suelo de mármol panameño. Así sea.

Viernes

RIEN NE VA PLUS

Un policía intenta encaramarse a la portezuela del camión que, como un bulldozer con guadaña, encara el paseo marítimo de Niza arrollando todo a su paso. El policía no lo consigue y su gesto heroico destruye la confiada parábola del pelotón de soldados que «siempre» salva a la civilización. Pensábamos en un enemigo visible, incluso traicionero con un kalashnikon camuflado, el explosivo plástico en la mochila de turista y un detonador inalámbrico llamado móvil. Pero un camionero suicida desborda no la imaginación (Hollywood se había anticipado también a estas catástrofes), sino los cortafuegos de una sociedad inerme ante las infinitas posibilidades de la voluntad. Una de ellas es la de que la autopista propagandística de la red vampirice a un joven franco-tunecino con el encefalograma de un ladrillo y lo transforme en un protomártir que persigue la inmortalidad más detestable. Ha sido la peor masacre perpetrada por un solo terrorista y ha ocurrido en el aniversario de la toma de la Bastilla, el año cero oficioso de las libertades. Un camión ha bastado para reducir «La marsellesa» a un canto fúnebre e impotente. Y desengañémonos: la reacción sólo llegará si otro camión enfila la Quinta Avenida de Manhattan.

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