Amanece un viernes plomizo y triste. Triste por la ausencia de sol, triste por el brutal atentado terrorista que desparrama a niños, a madres, a seres inocentes. Sin palabras. O con ellas. Porque esta barbarie pertenece a una nueva guerra mundial que se está desatando por fascículos. No hay tregua. Cada minuto que paramos para pensar cómo atajar el odio, el odio, vía camión, se hace camino. Y no hace camino al andar, sino que quiebra las piernas de nuestros ciudadanos. A esos a los que el Estado de Derecho ha de defender. Lo siento, pero no habrá paz para los malvados. Sin tregua contra ellos. Son el nuevo fascismo, el nuevo nazismo, que actúa de otra manera, pero actúa.

Con este artículo llego al número 400. Más de ocho años escribiendo. 400 artículos, a una media de 700 palabras, estaríamos hablando de 280.000 palabras. Incluías palabrotas malsonantes, palabras cariñosas, reproches políticos, reflexiones personales, experiencias propias, cabreos individuales y colectivos, alegrías compartidas, luces y sombras?

Desde mi primer artículo he visto pasar a cuatro alcaldes en Elche, a cuatro Obispos en la Diócesis, a tres rectores en mi Universidad, a tres Presidentes en mi Fundación, a dos directores de Información, a tres Presidentes de Gobierno en España y a dos Reyes y a tres Papas en Roma.

Entre los artículos que he escrito he pedido el voto para el PP, para UPYD y para Ciudadanos, para que vean lo coherente que soy. No he dejado de ser del Real Madrid, que las enfermedades no se curan tan fácilmente. He recibido muchas felicitaciones de lectores que me leen los domingos, y muchas quejas por artículos que no han gustado. Me han dicho de todo, menos bonito, en comentarios anónimos cuando el periódico dejaba rienda suelta, y han dejado de escribir cuando han tenido que identificarse. Siempre he escrito lo que me ha dado la gana, y agradezco a los dos Directores de Información que hayan querido contar conmigo. También agradezco a Eva, y a las personas de cierre de fin de semana, que hayan sido tan atentas conmigo para volcar mi artículo sobre el espacio reservado.

Me va a permitir que descanse hasta septiembre, y usted descanse de mí, porque necesito un cierto relajo para cargar unas pilas muy desgastadas, fruto de un millar de líos que tengo, y otro millar de líos que me creo yo solo.

Espero emplear mi tiempo en hacer nada. Esa loable labor que significa dedicarte a tu familia. Dedicarle a mis padres, a mi hijo, y a mi hermana, el tiempo robado que fue aniquilado con una agenda apretada que hizo del día a día una auténtica montaña rusa, donde, a veces, no sé ni en qué vagón voy.

Pienso leer, comer, pasear, dormir, y no rendir cuentas a nadie. Espero hablar poco, que va a ser difícil, y dejar que pasen las horas mientras no hago nada más que deambular por la vida veraniega. No pienso en atosigarme en cumplir con la gente que no he podido ver este año. Lo siento. El verano es para mí y para los míos. Es puro egoísmo, pero los he sacrificado demasiado todos estos meses como para no dedicarles desayuno, comida y cena.

No hago planes, porque me saldrán. No hago llamadas, porque el teléfono, inexorablemente, sonará. Sólo quiero que el agua del mar me enchufe esa energía que me falta en estos momentos. Ese desgaste que tengo suena a vejez prematura, pero los años no pasan en balde. Ni siquiera mi orondo físico me va dejando camino para determinadas actividades. Y no piensen en el sexo, que también.

Un verano, en el que cumplo, cumplimos si usted me lee, 400 artículos. Y se lo juro por Snoopy, que escribí pensando que compartía aquello que me nacía de dentro. No escribe uno para exhibirse, especialmente cuando no se tiene ninguna brillantez literaria, se escribe para sacar todos los fantasmas que uno tiene. Y, a veces, en muy contadas ocasiones, la inspiración te ilumina, y un lector se siente tocado por tu artículo. En la medida que eso haya pasado alguna vez, mis fantasmas se habrán convertido en los ángeles de los lectores. 400 son muchos. Y parece que no he acabado. Muchas gracias por leerme.