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Frutos María, el placer de crear

Hace unos años entré en una sala de exposiciones de Barcelona, una muestra de una colección privada, desde la puerta distinguí sin error de quien era la obra de casi todas las piezas que se exhibían, artistas de los años setenta y ochenta del siglo pasado. La autoría entonces era importante, el arte era creación individual, lenguaje propio, singularidad intelectual. Vivimos en un mundo que se ha revolucionado gracias a las comunicaciones, a la rápida distribución de miles de millones de informaciones, de imágenes, cada una de ellas llama a las anteriores, hoy se construyen las nuevas imágenes en función de las acumulaciones de millones de imágenes que hacemos entre todos, ahora parece que somos todos parte de un autor global.

No hace mucho conocí la obra artística de Frutos María, pintura y escultura, muy diferentes, incluso la obra escultórica muy distinta entre si. Lo esperaba pero fue interesante comprobar que muchas de sus piezas había tardado más de tres años en acabarlas, que su proceso era constante y largo. Y que sus producciones eran una construcción personal de lo que vemos a nuestro alrededor, de la asimilación de todas las imágenes que entre todos creamos y que un artista recoge y con las que inicia un proceso que otros no, el de la creación.

Frutos acumula materiales, en muchas ocasiones son elementos que aparecen en su cotidianidad, con ellos ha continuado creando imágenes porque el artista sí tiene función social, y es la de señalar lo que importa, la de marcar caminos.

León Tolstoi en un escrito sobre el arte muy inesperado en una figura como la del literato ruso analiza qué es el arte partiendo de que lo que parece importante en el hecho artístico, que es la belleza y el placer que esta belleza proporciona, habla de todas las dificultades para encontrar una definición completa de arte, en muchos casos se entiende que tal o cual obra son arte indudablemente, y el arte es aquello que puede ser asimilado a estas obras.

En la obra Matrimonio la búsqueda del equilibrio máximo es la búsqueda del placer de crear la pieza, en la imagen número 2 he marcado en rojo los dos puntos de equilibrio de la pieza, los dos puntos en los que se cruzan las figuras que se besan, al trazar una recta entre los dos se observa que forma un ángulo recto perfecto con el suelo. Es esta la búsqueda que proporciona el placer y la belleza al autor. La abstracción de dos figuras, del concepto familiar del matrimonio del que se muestra la unión carnal del amor en el beso, se consigue gracias al equilibrio geométrico.

Si ponemos juntas dos de sus pinturas a las que formalmente, semánticamente o cromáticamente nada las une (foto 3), el equilibrio en la composición es el trabajo común, hay un claro paralelismo que pone una en relación con otra: es un tipo de composición clásica.

Un horizonte marcado y un espacio que acoge y distingue lo sustancial en la escena. Estas abstracciones funcionan activando la sensación de belleza porque nos recuerdan cosas, nos recuerdan muchas secuencias de películas compuestas de esta manera, nos recuerdan composiciones paisajísticas clásicas y muy frecuentes, lo que funciona al hacer unas composiciones tan equilibradas es el recurso a nuestra memoria inconsciente, y estos recuerdos removidos hacen que nuestras vivencias se incorporen a la contemplación. La unión se hizo en la imaginación del autor y se reconstruye al mirarla.

He hecho el juego de ampliar las imágenes de algunas de las pinturas de Frutos María (foto 5) buscando fragmentos de la obra que pudieran componer otra obra, y encuentras mucha materia, pigmentos y trabajo. Es difícil no querer apropiarse de esos trozos que no se ven a simple vista. Crees que descubres algo que el artista no ha descubierto, crees que el artista no lo puso allí sino que tu lo has encontrado.

En la producción escultórica sucede algo similar, hay en muchas de ellas una cantidad de materia muy presente (foto 4), que llenan mucho el espacio, pero si miras dentro, en los huecos, en los intersticios, descubres paisajes de vacío, paisajes que se crean con la ausencia de la materia, y que al cambiar la luz cambian por completo. Mirar arte requiere en ocasiones muchas miradas.

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