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Rogelio Fenoll

Animalismo para rato

El animalismo es al presente lo que el ecologismo fue para los años 80 y 90 del siglo pasado y, como suele ocurrir con los ismos, genera polémicas y rechazos. Recuerdo ver en los informativos de aquellos años las manifestaciones en Alemania contra las centrales nucleares y el progresivo pero imparable avance de los partidos verdes y también las descalificaciones e insultos que se vertían sobre los ecologistas cuando en este país casi nadie era ecologista. Porque ya hemos olvidado que a Greenpeace, que hoy cuenta con miembros que comparten afiliación con el PP, se le tildaba de ecoterrorista. Pero las sociedades cambian y de la burla al ecologismo pasamos a su inclusión en la agenda política de todos los partidos, en algunos con más credibilidad que en otros. Lo que nos parecía inconcebible hace treinta años hoy es una realidad que ha ido transformado la sociedad. Pero el ecologismo ya dice poco a mucha gente -como la socialdemocracia que envejece ante las nuevas formas políticas- que busca ideas/fuerza más potentes, al igual que del vegetarianismo pasan al veganismo. Hoy el animalismo está experimentando un recorrido similar al del ecologismo de antaño: viene de fuera, comienza a penetrar en los movimientos sociales críticos con el sistema, encuentra acomodo en los grupos de izquierdas y acaba saltando a los informativos y al debate en los medios de comunicación. Y en este país hay terreno de sobra para su eclosión. La tauromaquia y las fiestas populares, no solo con toros, les han dado la visibilidad que necesitaban. Y así estamos, todos los días discutiendo sobre las corridas, los bous al carrer, el toro de la Vega y un largo etcétera. Pero igual que es un error considerar a los animalistas como una pandilla de perroflautas y antisistemas o perderse en buscar sus contradicciones, tan abundantes como las de los taurinos que dicen amar al toro, también lo es confundir a los animalistas auténticos con los bestias que en el anonimato de Internet jalean la muerte de un matador de toros porque un animalista no se puede alegrar de la muerte de un animal racional. El animalismo ha venido para quedarse, está entrando en las instituciones y seguirá creciendo más rápido de lo que muchos temen, pese a unos pocos desgraciados.

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