Vicente, alfarero artista; Fini, de la tienda artista; Ramón, maestro artista; Morán, artesano artista; Gertru, restauradora artista; Teresa, tapicera artista; Paco, barman artista; Elena, emprendedora artista; Tomás, hostelero artista; Pedro, empresario artista, viven con sus familias en el Barrio junto con muchas otras personas... Es un espacio vivo donde siempre hay algo nuevo, conviviendo con la historia, con la vida diaria, con las cosas de la Iglesia y del poder.

El Ayuntamiento es el eje, la cercana playa lo hace sitio de paso, el puerto, conexión imprescindible, pasa por él. En fiestas y fuegos muchos se acercan, es el Barrio a los pies del castillo, con su propia personalidad, con sus luces, sus sombras y su siempre incierto futuro en manos de intereses ajenos, de supuestos expertos técnicos y de supuestos sabios.

Los que en él viven no sienten lo mismo que los que de él viven. Aun así, armonía, paz y cultura debería ser la nota común más cotidiana. Hay que hacer cosas de calidad, es un clamor y además las que se hacen hay que difundirlas, si no nadie se entera. Seguramente muchas buenas iniciativas han quedado en el olvido y la ignorancia.

Se podría crear un evento para que los alicantinos tuviéramos que ir en peregrinación por sus calles y plazas. ¿Por qué no una subida desde el Ayuntamiento al castillo?, por Santa Cruz, el 23 de abril, conmemorando la toma por Jaime II El Justo de la fortaleza en 1296, que incorpora Alicante a la Corona de Aragón. Por los restos de la puerta Ferrisa, parar primero en Santa María y de Maldonado subir las escaleras hasta San Roque, seguir hasta la Ereta, con esfuerzo, por esas callejuelas pegadas a la orografía del Benacantil con tanta gracia, ver sus fuentes y museos, llegar hasta albarcar d'en mig ya en la fortaleza, bajar por Bon Repós y dejar una corona en el monumento a Jaime II en la avenida de su nombre y volver al barrio por San Cristóbal hasta el Ayuntamiento por Labradores y San Nicolás, terminar en Santísima Faz con un encuentro y algún concierto para todos y un buen esmorsaret alicantino.

Obligarnos a conocer lo nuestro, si no es lúdicamente, es muy complicado. Las gentes del Barrio podrían sacar las fotos de sus antepasados a las fachadas y contar las historias contables de generaciones en ese mismo lugar (en las fiestas de la calle Limones de la Vila se hace esto).

Hay tradiciones que se hacen fuertes en poco tiempo. Como en nuestra querida Orihuela, fue revitalizada en 1992 la del descenso del pájaro Oriol, donde el síndico dirige una alocución a la multitud, ya que constituye una afirmación de las señas de identidad de los oriolanos como nexo de unión entre el reino de Valencia y Castilla.

Ya que tanto dicen que los alicantinos nos miramos el ombligo, vamos a hacerlo de verdad. Vamos a conocer lo nuestro. Vamos.