Vamos a intentar sintetizar desde tres ámbitos bien distintos la situación en la que nos encontramos, una vez se han celebrado las elecciones generales en nuestro país y el «Brexit» es una realidad. La semana pasada en su titular de portada y exprimiendo al máximo la ironía británica, The Economist ha resumido de forma brillante lo ocurrido en los últimos días en las islas, utilizando el título del primer sencillo de los Sex Pistols (Anarchy in the UK).

En el ámbito político, la situación es ciertamente caótica pues, de momento, el «Brexit» se ha llevado por delante al primer ministro (Cameron), al principal defensor de la ruptura con Europa (Boris Johnson) y, con una elevada probabilidad, al líder de la oposición (Corbyn).

Ahora, la principal candidata para liderar a los tories es una defensora del remain (Theresa May), mientras se acumulan las voces defendiendo una posible marcha atrás en la decisión. De momento, sólo el Banco de Inglaterra ha intentado transmitir tranquilidad, señalando que utilizará las herramientas necesarias (bajadas de tipos) para compensar el enfriamiento de la actividad que está a la vuelta de la esquina. En Europa de momento tampoco parece haber excesiva unanimidad en cómo afrontar las negociaciones y, sobre todo, en cómo limitar el posible efecto contagio, una vez roto el mito de la irreversibilidad del proyecto europeo. El punto de partida lo ha fijado Donald Tusk, al declarar que no habrá mercado único a la carta, pero también está claro que son los británicos los que deben activar el ya célebre artículo 50 del tratado de Lisboa, lo que podría retrasarse hasta bien entrado el otoño. Así que bien podemos decir estar sumidos en el desconcierto ante la impresión de que no existía un plan B (ni en el Reino Unido ni tampoco en Europa), algo sorprendente teniendo en cuenta que el referéndum era un evento binario con un potencial desestabilizador muy elevado.

En el ámbito económico, se empiezan a poner algunos números encima de la mesa, aunque es pronto para las valoraciones, teniendo en cuenta que la naturaleza del shock hace muy difícil estimar la persistencia e intensidad del mismo. El primero ha sido el BCE que ha estimado un efecto negativo acumulado sobre el PIB de la región de entre 0,3 y 0,5 puntos porcentuales. Hace escasamente, la autoridad monetaria europea en su Informe de Estabilidad estimaba que un proceso global de aversión al riesgo (aumento de primas de riesgo, caídas en bolsa, etcétera) podría tener un efecto acumulado sobre el PIB de algo más de 2 puntos porcentuales, así que el BCE es moderadamente optimista al anticipar que el «Brexit» va a tener efectos mucho más limitados, por su marcado carácter regional. Por su parte, en el Reino Unido los primeros paneles de previsión post-«Brexit» reducen las estimaciones de crecimiento en 2017 en algo más de 1,5 puntos porcentuales, anticipando una recesión a partir del próximo verano. De momento, las agencias de rating ya están recortando las calificaciones al Reino Unido (dos escalones S&P y un escalón Ficht hasta AA), mientras que S&P también ha reducido el rating de la Unión Europea hasta AA.

Por su parte, el comportamiento de los mercados ha ido de menos a más durante las dos últimas semanas, pero la sensación sigue siendo de fragilidad, al menos hasta que se vayan despejando las dudas o, por lo menos, se aclaren los calendarios. De momento, las coberturas de riesgo están funcionando bastante bien en las carteras (deuda core, oro, divisas, etcétera). Pero la sensación es que en un escenario con menos crecimiento y probablemente menos inflación, van a tener que ajustarse las valoraciones y las previsiones de tipos de interés. Ahora, prácticamente no se descuentan subidas de tipos de interés en EE UU este año (a lo sumo 0,25 p.p.), mientras que anticipa alguna reducción adicional de la facilidad de depósito en Europa. A destacar el buen comportamiento de la deuda española (caída en la rentabilidad de 50 puntos básicos), con la prima de riesgo consolidándose por debajo de la italiana. En estos momentos de incertidumbre es muy aconsejable salir del foco de preocupación de los inversores internacionales y parece que, en los próximos meses, hay otros países como Italia que pueden centrar la atención, teniendo en cuenta el referéndum sobre la reforma constitucional convocado en octubre (parece que no escarmentamos) y la delicada situación de su sector financiero.

En este contexto, seguimos pensando que la cautela y la búsqueda de la preservación del capital deberían seguir presidiendo las decisiones de inversión. La situación continúa siendo muy frágil y el verano no es el mejor momento para aumentar la exposición al riesgo. Vamos a ver la revisión de las previsiones económicas que va a realizar el FMI el día 19 de julio concretamente, pero parece bastante claro que el crecimiento mundial, en este contexto, difícilmente superará el 2,5%, confirmando la nueva normalidad que nos espera en el medio plazo.