Entre los aspectos técnicos derivados del «Brexit» destaca el hecho de que, ante la falta de criterios a la hora de gestionar el resultado, y una vez declarados en fuga sus estrafalarios defensores, la decisión tomada por la ciudadanía está en el aire. Al tratarse de un referéndum no vinculante, dado que la decisión soberana, de acuerdo con las normas constitucionales del Reino Unido, corresponde al Parlamento de Westminster, en tanto esta no se produzca no empieza a correr el plazo para activar el artículo 50 del Tratado de Lisboa y, por lo tanto, lo más probable es que la desconexión formal, real y definitiva se prolongue en el tiempo. Entretanto, una parte importante de la ciudadanía británica, jóvenes principalmente, impulsa un movimiento para apoyar la realización de un nuevo referéndum, iniciativa concretada en millones de firmas depositadas en el Parlamento, el cual tendrá que tramitarlas y dar una respuesta.

Pero ya sabemos que un replanteamiento del referéndum es escasamente viable (no imposible): «out is out», se dice desde la UE, por lo que, todo lo más, como apunta el Deutsche Bank (una banca en serios apuros), podría convocarse un nuevo referéndum para fijar las condiciones de la negociación que precederá al punto y final.

Mucho se ha hablado en estos días sobre la inconsistencia del citado referéndum, los errores cometidos, las motivaciones de sus impulsores y de los votantes. De todo lo cual se seguirá discutiendo. Pero lo cierto es que la ley del Parlamento que autorizó el referéndum de Escocia, más tarde aplicada al «Brexit», era una norma primitiva, sin condicionante alguno, sin reglas ni límites para afrontar una decisión que afecta, entre otras cosas, a derechos adquiridos, como son los derechos de ciudadanía europea. Un referéndum que estuvo motivado por intereses partidistas en el interior del grupo conservador, de la mano de un líder, como Cameron, que ocupará un lugar indecoroso en la historia de su país. Un referéndum que no solo divide a la ciudadanía y provoca graves perturbaciones económico-sociales en el Reino Unido y la UE, sino que ha dado carta blanca a los resentimientos xenófobos, como ya está ocurriendo en diversos lugares, en lo que constituyó el mensaje principal de la campaña, junto a otras mentiras poco tiempo después desveladas.

En verdad, el «Brexit» es para reflexionar. Sobre todo por parte de quienes enarbolan la bandera de la democracia directa para dirimir conflictos por la vía bárbara del todo o nada, o de los que ven en él la panacea para materializar proyectos independentistas o revolucionarios. Un mero repaso de lo que ha significado este tipo de instrumentos, desde los años veinte del siglo pasado hasta el presente, arroja un balance más bien desolador. Porque, siendo un instrumento más de la democracia, se ha utilizado en demasiadas ocasiones bajo su facies plebiscitaria, al servicio del autócrata, o bien para negar derechos, o para legitimar procesos de ruptura constitucional. Esta es lo que explica que, en los sistemas actuales de democracia constitucional, tras las amargas experiencias del pasado, el referéndum se asuma como una forma de democracia directa, pero vinculada a la democracia representativa, no como sustitutivo de ésta.

La demanda actual de mayor participación tiene muchas vías y maneras de realización y, además, es un proceso imparable, dados los cambios sociales y los avances técnicos puestos a disposición del público en general. Pero la apelación a abrir la vía del referéndum para casi cualquier cosa suele esconder motivaciones espurias. Sobre todo cuando se pretende hacer uso de ellos al margen de lo establecido en la Constitución. En el caso de España, el asunto es bien claro: la regulación de este instrumento, a partir del art. 92 de la Constitución, en conexión con otros preceptos del texto constitucional, y de la Ley orgánica de 1980 que regula las diferentes modalidades de referéndum, arroja un resultado ponderado y equilibrado al respecto. Quienes pretenden forzar o romper el modelo actual tendrían que dar muchas explicaciones sobre lo que se proponen hacer.