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Semana y media

Andrés Castaño

Los dos «guerreros»

Lunes

JUEGO DE EXTREMOS

Joseph Townsend, un físico inglés que recorrió España a finales del siglo XVIII, defendió la semejanza de caracteres entre ingleses y españoles. Según él, estos rasgos compartidos eran la llaneza, la sinceridad, el espíritu desprendido, un gran concepto de la dignidad y un firme sentimiento del honor. Es posible que el libro de Townsend haya envejecido mal o que la puntualidad y el respeto por las colas, hábitos ingleses que nosotros consideramos extravagancias, no sean más que matices superficiales de dos idiosincrasias esencialmente análogas. En cualquier caso, Townsend vivió una época en que las catástrofes políticas todavía se amortizaban con el patíbulo, la cárcel o el exilio y no con la dimisión del desventurado. Ahora, es convención en las democracias ortodoxas que el candidato derrotado debe al menos amagar con su dimisión. Con dos entrañables excepciones: tal vez Townsend modificaría su tesis si hubiese podido saber que en Gran Bretaña han dimitido tanto los vencedores como los derrotados tras el «Brexit», mientras que la única renuncia que se maneja como hipótesis en España es la del candidato que ha ganado las elecciones.

Martes

POR TIERRA, MAR Y AIRE

Reducido el gol de Iniesta a una antigualla enmarcada junto a fotografías blanquinegras de los abuelos y deconstruida la tortilla de patatas por Adriá en un deforme sorbete con tropezones, tan sólo sobrevive la UCO como eslabón sentimental entre españoles melancólicos. UCO es el acrónimo de Unidad Central Operativa, un departamento de la Guardia Civil cuyos agentes con vaqueros desteñidos y chalecos verde oliva como único distintivo peinan la jungla hispana, un ecosistema de mordidas, pelotazos, comisiones y sobrecostes que se extiende de Girona a Chinchón, de Palos de la Frontera a Benicasim, una rosa de los vientos en busca y captura que al menos garantiza cierto grado de cohesión colectiva en torno al Código Penal. Esta ubicuidad delictiva desmiente el riesgo de disgregación, por más que la Generalitat catalana acuse al ministro Fernández de ser el «autor intelectual» de la operación. Si el ministro estuviera implicado, alguien le hubiese grabado mientras organizaba la operación y la UCO sólo habría decomisado un mazo de lapiceros en lugar de un contenedor de ordenadores.

Miércoles

BAJOS FONDOS

Las redadas de la UCO están solapando la llamada «Operación Cataluña», cuyo objetivo serían los trapicheos de los dirigentes independentistas catalanes. Aunque el ministro niega su existencia, Fernández no es una fuente fiable y en todo caso no hay nada escandaloso en que los fuerzas de seguridad de un Estado amenazado de secesión apliquen sus esfuerzos a desactivar el entusiasmo de los revoltosos. Que lo hagan dentro de la ley es una bella aspiración, lamentablemente insatisfecha casi siempre debido a la tendencia del ser humano a prescindir de sutilezas; lo habitual es que el Estado se interne en las alcantarillas y la pestilencia inunde la superficie si no se han sellado los accesos. Esto parece inevitable en España, donde un botarate como «el pequeño Nicolás» puede hacerse pasar por agente secreto sin que nadie alerte al personal psiquiátrico o donde los policías se espían mutuamente para a continuación entregar las grabaciones a un programa televisivo de variedades. Es otra de nuestras ingeniosas aportaciones a la politología parda: las cloacas con techo de cristal.

Jueves

MISIÓN CUMPLIDA

En «La guerra de Charlie Wilson», Tom Hanks amonesta a un grupo de congresistas: «Lo hemos vuelto a hacer: intervenir en lugares que no sabemos situar en el mapa y abandonarlos a su suerte». Se refiere a la ayuda estadounidense a las guerrillas afganas que luchaban contra los soviéticos. El vacío fue ocupado por los talibanes y no es arriesgado el paralelismo con Irak si sustituimos a los soviéticos por Sadam Hussein y a los talibanes por el ISIS. El «Informe Chilcot» sobre la guerra de Irak desmenuza las responsabilidades previas de Bush y Blair, quienes actuaron precipitadamente en el mejor de los casos y perversamente en el peor, aunque hasta cierto punto esto carece de importancia: la guerra se iba a producir tarde o temprano, dado el impulso natural en cualquier época a guerrear por los recursos, y era notorio que las inexistentes armas de destrucción masiva estaban sirviendo de pretexto. Lo imperdonable fue la «postguerra»: como diagnostica Charlie Wilson, Estados Unidos disparó, confiscó el petróleo y desertó de la inevitable matanza entre turbas sin penicilina pero con lanzacohetes.

Viernes

LA TRAMONTANA

Como era previsible, el consejo de Felipe González a los compañeros de que «dejen pasar» al PP y reconstruyan el partido desde una oposición forzosamente influyente ha sido despachada con mayor o menor garbo por los zombies del comité federal con un renacido «no es no», que estas alturas parece más una letanía fúnebre que una consigna estratégica. Incluso hay quien sugiere regresar al lugar del crimen y sondear al magullado Pablo Iglesias y a los partidos independentistas, lo cual supondría la ceremonia de suicidio más multitudinaria de la historia. El presidente aragonés ha atribuido este delirio a los efectos malsanos de la tramontana, en alusión al «agente doble» Iceta, y tal vez un mal viento explique tanto runrún pueril acerca de lo inevitable, que es la investidura en segunda vuelta de Rajoy con la abstención del PSOE. La postura de Ciudadanos sigue siendo una incógnita no para los espectadores, sino para el propio Rivera: se ha contradicho tantas veces en dos semanas que es posible que a partir de ahora sólo diga su nombre y DNI cuando le aborde un periodista.

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