Entre ciertas fantasías venidas de otras culturas algo alejadas del mundo rural mediterráneo, soleado y primitivo, destaca por su evocación imaginaria la llamada «disciplina inglesa», una suerte de sofisticado equilibrio entre el goce y el dolor que, sutilmente administrada, convierte a sus receptores y receptoras en perfectos dominadores del? inglés, esa lengua tan árida y esquiva para los destripaterrones del sur de Europa. Con disciplina inglesa todo es posible, incluso hablar con fluidez la lengua de Shakespeare. Nadie niega el irritante dolor que produce al principio memorizar los verbos irregulares ingleses (beat-beat-beaten, por ejemplo), el uso por separado del presente continuo, o el concepto de genitivo sajón; pero tampoco se negará el enorme placer que recibe el cuerpo una vez superados esos molestos ejercicios que tanto sufrimiento causan al comienzo de las clases. Insisto, la disciplina inglesa o el arte de dominar una lengua vestido de dócil colegial con estricta tutora (o «on the contrary»); cada cual decide cómo cultivarse en tan arduo aprendizaje.

Ella se llama Angela, tiene 61 años, nació en Hamburgo, estudió Física en Leipzig, es cristiano-demócrata y está considerada como la mujer más poderosa del mundo. Ella se llama Manuela, tiene 72 años, nació en Madrid, estudió Derecho en la Complutense, fue miembra del Partido Comunista de España y está considerada como alcaldesa de Madrid. «Frau» Merkel -la cancillera alemana que quiso conservar el apellido de su primer marido contra lo políticamente correcto- se anda con muy pocas bromas. Acostumbrada a ese carácter mandón que caracteriza a los alemanes de ahora y también a los de antes, igual te regaña en mitad de la clase por comerte un bocadillo que lleva más mortadela con aceitunas de la que puedes pagarte, o solicita te castiguen sin recreo por no devolver a tiempo los libros que te prestó el colegio. Y Manuela todo lo contrario, no para de gastar bromas.

Angela encabeza los países que quieren para España (y Portugal) un castigo severo y ejemplarizante, a modo de gran multa, por incumplir los objetivos de déficit público que había impuesto Europa la rica para 2015. Sin embargo, lo que no recuerda Frau Merkel a la Comisión Europea ni al resto de los alumnos del colegio es que Alemania, tan ordenada y estricta, incumplió el déficit público nada menos que en 14 ocasiones -sí, 14- entre los años 2000 y 2010, época de bonanza, mientras España, en ese mismo período, solo lo hizo en 4 ocasiones. Es decir: España, en época de grave crisis debe hacer grandes esfuerzos, sacrificios enormes, o de lo contrario ser castigada, mientras Alemania, en época de bonanza, no cumplió con los deberes 14 veces. Como les había dicho antes, Angela no gasta ni bromas. Pero tampoco aclara que en la época en que España, Italia, Irlanda, Grecia o Portugal estaban de fiesta, era gracias a que la bebida la ponían los bancos alemanes, como señaló en su día el exprimer ministro británico Gordon Brown. Es como si emborracharas conscientemente a un país haciéndole beber más copas de las que puede y cuando está inconsciente, con resaca, le pides que te pague. ¿Se acuerdan de esos bares de carretera con lucecitas? Yo tampoco. En cualquier caso, disciplina alemana.

Menos mal que aunque Frau Merkel (61 años) no gasta bromas, con lo estricta que se pone con España a la hora de aplicarle la disciplina alemana, la señora Carmena (72 años) no para de hacerlas. Una ocurrencia tras otra -a cuál más chistosa- al mando del Ayuntamiento de Madrid, capital de España. Si un día recomendó a las mamás de los nenes y las nenas (no a los papás) que limpiaran los colegios de sus hijos en plan cooperativa, al poco exhortaba a los universitarios a barrer las calles de la ciudad (total, para el futuro que les espera). No contenta con estas provectas genialidades, Manuela pretendía organizar un concurso para que los niños y niñas recogieran de las calles las colillas que se fumaban sus mayores, algo así como la «accesión invertida», un enigma jurídico -no piensen mal- al que pocos mortales tienen acceso. Y para no dejar en mal lugar a Frau Angela que piensa que los españoles somos poco de fiar, la señora Manuela remata estos días sus chacotas proponiendo una comandita de Policía Comunitaria y «jurados vecinales» para los barrios de Madrid. De esa forma, tras la experiencia de los cubanos Comités de Defensa de la Revolución, las víctimas se encontrarían con los delincuentes para solucionar amigablemente malentendidos. ¡Viva España!, parece que oigo decir a Frau, pero que paguen? después de limpiar colegios, barrer calles, recoger colillas y abrazarse con los malhechores.

Como la disciplina alemana no es problema para el pueblo, la señora Manuela (72 años) sorprende a Frau Angela (61) autorizando no el día del pago de la deuda, no, sino el «día sin bañador» en las piscinas públicas de Madrid. Francamente, si yo fuera Frau (lo que dejo al criterio de ustedes dos) estaría temblando de miedo -pavor- solo de pensar que la señora Manuela me invitara a ir juntas a la piscina para predicar con el ejemplo. Frau no cobrará la deuda, seguro, pero seguro que volverá a su país para decir a sus banqueros que España, siguiendo el ejemplo de Madrid, está haciendo los deberes. ¿En el colegio? No, en la piscina.