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Crónicas precarias

Abraza a un becario

Durante esta temporada estival va a volver a pasar. Una noticia absurda, un titular salvaje, una metedura de pata colosal. Y lo dirás, sabes que lo dirás. «Ya han dejado suelto al becario», «Que alguien controle al becario», «Eso ha sido el becario». ¿Verdad que sí? Pues eres un monstruo sin corazón. ¡Avergüénzate de ti mismo y pide perdón!

En serio, tenemos que ponernos de acuerdo y dejar de usar 'becario' como sinónimo de subhumano inútil. Está al mismo nivel de crueldad que pitar furibundamente a los alumnos de autoescuela cuando practican cambios de carril. Además, los pobrecillos no tienen la culpa de ser usados como parche en las plantillas diezmadas por la crisis.

Quizás, sin tanto despido masivo, los trabajadores contratados tendrían suficiente tiempo para guiar y corregir a los especímenes en prácticas. Demasiado bien funcionan las empresas que durante el verano se nutren fundamentalmente de becarios. Míralos: explotados, asumiendo competencias que no les corresponden, cargando con las tareas que nadie quiere hacer, sobreviviendo como pueden en la tundra laboral. ¿Acaso no merecen un poco de cariño?

Por otra parte, se supone que cobran en aire y visibilidad porque se trata de personas en formación y no de brillantes empleados curtidos en mil batallas. La experiencia y el buen hacer se pagan, chatos. Por muy bien de precio que esté ahora mismo el kilo de estudiante, hay que dejar de ver a los becarios como un cargamento inagotable de mano de obra barata y valorarlos por lo que son: jovenzuelos inexpertos con derecho a equivocarse.

Pues claro que van a cometer errores bestiales, para eso están. Pues claro que pueden ser un poco torpes y lentos. ¡Que son nuevos! Atascarán la fotocopiadora, se equivocarán de archivo, arruinarán algún documento importante y más de un día volverán a casa arrastrando los pies después de recibir una bronca. Es su misión, déjales vivir.

Se trata de un ejercicio de autoestima colectiva, a fin de cuentas, ellos son nosotros con unos años menos. Seguro que tú, aunque ahora vayas de profesional competente, también hiciste el ridículo en tus inicios. De hecho, ningún periodo de prácticas puede darse por completo si no has sembrado el caos en tu empresa al menos una vez. Servidora, por ejemplo, borró accidentalmente en el ordenador una página ya terminada del periódico cinco minutos antes del cierre de edición. Fue uno de mis momentos estelares. Era tardísimo, solo faltaba mi página, la gente quería irse a su casa y yo nunca he tenido tantas ganas de convertirme en una cucaracha. Pero varios compañeros bondadosos me ayudaron a reconstruir los textos, el periódico se pudo publicar, la vida siguió adelante y yo aprendí qué botón no había que tocar jamás. A lo mejor lloré un poquito al llegar al coche, pero ya está.

Hazle un favor a tu alma cochambrosa: si este verano tienes becarios en tu oficina, dales un abrazo, invítales a un café o a una bolsa de papas, recuérdales que los consideras miembros valiosos de nuestra sociedad. ¡Que son majos, hombre! Seguro que pueden ayudarte a instalar aplicaciones molonas en el móvil. Créeme, cuando eres una novata temblorosa agradeces mucho la confraternización laboral y las palabras de aprecio. Ya que no tienen vacaciones, ni salario ni derechos laborales, bríndales un pelín de amor. Nunca sabes cuándo vas a necesitar un riñón sano y joven.

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