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Desde mi terraza

Luis De Castro

Siempre nos quedará Roma

La derrota en la copa europea de la selecciòn de futbol italiana, (la azurra, la azul, por el color de la camiseta que lucen siempre los jugadores) ante la seleccion alemana en los siempre imprevisibles e injustos penaltis, ha pasado pronto a ser secundaria en la atenciòn y preocupacion de los italianos. El atentado terrorista perpetrado por el EI al grito de «alá es grande» en un céntrico restaurante en Daca (Bangladesh), con el saldo de 10 muertos italianos (casi todos del cuerpo diplomático) y otros tantos japoneses, ha conmocionado a la opinión pública y es el centro de la informacion en la televisión y los periódicos. El mundo occidental sigue amenazado y amedrentado por unos cuántos fanáticos, y hoy ya nadie se siente seguro. Pero como la vida continúa (y debe continuar), Roma sigue inundada de turistas, deslumbrados por la belleza de los tesoros arquitectónicos y artísticos de esta ciudad irrepet1ible. Quien escribe repite año tras años sus vacaciones en Iitalia, que para mi suerte ya conozco de norte a sur, desde Trieste a Lecce,y que nunca se termina de conocer. Sucede además que un español se siente cómodo y familiarizado con sus habitantes que, confirmando el tópico, se parecen mucho a nosotros, sobre todo desde la capital hasta el sur, hasta el final de la bota y Sicilia. Es verano y las noches romanas se asemejan a las españolas, lejano todavía el ferragosto que vacía Roma en busca del aire del mar y las montañas. Y anoche, en la terraza de un restaurante del Trastevere, sentí una mezcla de felicidad y melancolía, que probablemente se fraguó en la visita matutina al Panteón de Agripa, una de las mayores señas de identidad de la ciudad; es imposible no emocionarse con el chorro de luz natural que entra por el enorme ojo de buey de su cúpula, mas grande que la del Vaticano, de casi diez metros de diámetro, y que se va moviendo a medida que pasan las horas. Las numerosas visitas a esta ciudad, fin de mis vacaciones italianas, hacen que me tome el día con mucha calma, lejano ya el tiempo en que se quería abarcar todo en una jornada; una vez conocido el contenido, prefiero observar el continente, que es la única forma de conocer el alma de un pueblo.

Mi paseo italiano no me hace olvidar la situación política española que, por lo que leo en los periódicos y veo en la televisión, sigue en compás de espera en la formación de ese gobierno que no termina de fraguarse. Desde la distancia se observa mejor ese contínuo mirarse el ombligo de los partidos políticos, que no terminan de aceptar el resultado de unas segundas elecciones por otro lado previsibles, algo parecido a lo que sucede en el reino unido con el triunfo del Brexit: nadie está contento. Pero no quiero ni pensar en la posibilidad de unas terceras elecciones porque eso sí sería el fracaso de todos. Ojalá que la inteligencia y el sentido común se impongan al egoísmo. Pero hasta el ya cercano momento de zambullirme de nuevo en el caos político español voy a disfrutar del ruido, del tráfico infernal tan bien llevado por los romanos, de los spagetti vongole regados con cocacola o agua en ausencia de cerveza sin alcohol, tan común en España y practicamente inexistente en italia. Aparco el célebre refrán «siempre nos quedará París», porque a un servidor siempre le quedará Roma.

La Perla. «Cuando estés en Roma vive al modo romano; y en cualquier parte vive como allí se viva» (San Ambrosio de Milán)

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