Antes de nada quiero expresar mi respeto al segundo mejor presidente del siglo XX, después del maltratado Suárez que, de franquista destacado, pasó a ser el gran impulsor, el que hizo posible la democracia en España.

Felipe, que sufrió de manera devastadora el síndrome de la Moncloa, según mis noticias de primerísima mano, sigue lejos de la realidad, instalado en su privilegiada situación económica, en su lujosísimo retiro, con sus conferencias magníficamente pagadas y establecido muellemente en la jet set. Lógico para un señor que ha presidido el Gobierno durante tantos años.

¿Debe el Partido Socialista favorecer o posibilitar un Gobierno Popular como él exhorta un día sí y otro también? En modo alguno. No hablo desde el interés personal, que estoy condenado a muerte a corto plazo y, gobiernen unos u otros, mi sentencia está dictada y en fase de ejecutoria. A estas alturas de mi existencia cualquier amenaza -económica, moral, penal o del tipo que sea- me la trae floja, como diría el castizo. Si me metieran en la cárcel, donde he pasado tantos años de trabajo, me harían un favor ahorrándome el asilo donde se amontonan los escombros humanos y podría dejar a mis hijos los tres duros y medio salvados de mil depredaciones. Si Dios existiera y, quisiera castigarme, me tendría que dejar embarazado y ni aun así. O sea, miedo o interés personal o afán de medrar, ninguno. Cero.

Si el Partido Socialista favorece, propicia o facilita mediante algún acto -sea por acción o por omisión- un gobierno del Partido Popular, estará estafando a sus votantes sin ningún género de dudas. Da la impresión de que el señor González, que arrasó con aquellas mayorías absolutas que impusieron el «rodillo» tan criticado e imitado después, quiere pasar a la historia como el que mejores resultados obtuvo, pretende arruinar al socialismo para que no levante cabeza y pervivir en la historia como el que mejores resultados obtuvo. Lustros y lustros tardaría el socialismo en recuperarse de esa felonía para con quienes le hemos votado.

Quienes han/hemos votado a los socialistas lo hemos hecho sabiendo que no iba a tener mayoría suficiente para gobernar pero sabiendo y exigiendo que orientara su capacidad de pacto y de diálogo hacia la izquierda, no hacia la derecha a la que, profusamente, ha criticado antes, durante y después de la campaña.

Rajoy ha sacado mayoría de votos y de escaños. Eso no admite dudas. Déjenlo que intente formar Gobierno. Que busque su vida con los ciudadanos, con los peneuvistas, con los canarios o con quien pueda, que eso es la democracia. Estoy ansioso por ver la respuesta a la petición de Urkullu: «Acerquen a los presos vascos y transfieran las competencias penitenciarias». Ansioso, en ascuas por ver la respuesta. Aún recuerdo, con Antoni Asunción y Paz Felgueroso, cuando trabajábamos día y noche por el fin de la violencia etarra, cómo Alvárez Cascos se descolgó con una pregunta parlamentaria: «Qué hace Avilés visitando etarras en las cárceles». Ni yo los invitaba a comer ni ellos a mí tampoco, desde luego. No mantenía con ellos ningún idilio, que más de una vez estuve en un tris de que me dieran matarile, pasaporte al otro barrio. Tampoco se habría perdido gran cosa.

Me ha encantado la salida a escena de mi amiga balear, Francina Armengol, una mujer guapa y simpática, resolutiva y brillante. Ha discrepado de González en público y ha dicho bien alto y bien claro que «ella no tiene esos miedos ni esa prevención ante unas políticas de izquierdas que son necesarias para España» -refiriéndose a la posibilidad de un gobierno con Podemos-.

Dejen que el señor Rajoy, legitimado por las urnas, intente formar un gobierno con quienes pueda pero no engañen a quienes les han votado pensando que son de izquierdas, favoreciendo la pervivencia de un gobierno de derechas porque eso es un gran fraude.

Señores de Podemos: bájense de su pedestal. No insistan en permanecer en el Olimpo donde se conservan las esencias más puras de la izquierda que la política es llevar al día a día aquello que es posible. Déjense de utopías irrealizables, miren a Europa en la que estamos y de la que dependemos queramos o no. Miren a los británicos: impulsados por la ultraderecha más reaccionaria, engañados por ella, han votado salirse de la Unión y ahora andan llorando por las esquinas y viendo cómo pueden dar marcha atrás para evitar el gran desaguisado, que hasta los escoceses, que votaron quedarse, quieren volver a votar para alejarse de los ingleses.

Señores de Podemos, Pablo Iglesias. Enciérrese con Sánchez y déjese de gilipolleces. La pasada de este país por la izquierda es necesaria desde el realismo, desde la sensatez, desde la sabiduría moderada. Girando a la izquierda tantas políticas de derechas como sea posible, sin prisa pero sin pausa. Otra cosa es estafar gravemente a quienes les han votado tanto a los socialistas como a los podemitas.