En el ámbito de la Unión Europea se habla de dos velocidades, una sería la de los países más desarrollados, y la otra velocidad, menor, que les correspondería a los menos desarrollados. Este fenómeno se está dando también en el seno de la sociedad de casi todos los países. Un ejemplo de ello es lo que está sucediendo en España desde que comenzó la crisis. Dos velocidades en dos direcciones: cada vez hay más ricos y simultáneamente cada vez más pobres. No es que por otra parte se trate de que progresen a distintas velocidades. Los pobres son cada vez más pobres, se mueven en otra dirección y cada vez se distancian más.

Se suele decir que un porcentaje significativo de la población «no llega a fin de mes», ni siquiera tienen recursos para comenzarlo. Más del 30 por ciento está al «borde de la indigencia». No están al borde, viven en la indigencia, hace años que se han despeñado de ese borde. La política de salir de la crisis aumentando la desigualdad y eliminando derechos, no sólo provoca sufrimientos, lamina la cohesión social, repercute en todas las actividades de manera negativa. Personas de cierta edad expulsadas del mundo laboral, jóvenes que tienen que vivir con sus padres y si encuentran un trabajo es precario, no les permite tener ningún proyecto de vida y sus aportes no les permitirá una pensión digna. Niñas y niños que no reciben una alimentación adecuada, teniendo graves consecuencias. Y esta situación provoca un grave problema demográfico. Inmigrantes que se van y se llevan a sus hijos; jóvenes españoles que se van al extranjero a trabajar y los que accedan a una buena situación laboral no piensan en volver al país: ¿para qué? Quizás en Navidad.

El Gobierno del Partido Popular se empeña en que se salga de la crisis a través de un austericidio devastador. El 26 de junio pasado casi ocho millones de personas decidieron que esta política es la más adecuada, que significa estabilidad, consideran que no hay alternativa posible. Afortunadamente, si no se tiene que convocar nuevas elecciones generales, Rajoy no contará con mayoría absoluta, tendrá que negociar con unos y con otros. Y por otra parte en la Unión Europea se abre camino la idea de que la política aplicada es un gran fracaso. No hay crecimiento sostenible, la economía es cada vez más frágil y por supuesto el consumo se nota especialmente en coches, artículos de lujo; la especulación reina, los paraísos fiscales se multiplican, las clases medias, empobrecidas, son las que pagan impuestos. El panorama no es alentador.

Y si faltaba algo el Reino Unido (incluyendo Escocia por supuesto), se va de una Unión Europea en donde nunca estuvo integrada plenamente y no han considerado las consecuencias, deciden pegarse un tiro en el pie, o mejor dicho en la barriga. Ingleses residentes en España han pensado en coger la nacionalidad española. Sorprendente.