Para que quede claro y meridiano: hablar en valenciano no es generar polémica. Los que buscan la polémica son aquellos que niegan a los valencianoparlantes el derecho a utilizar su lengua como vehículo de comunicación habitual de su día a día.

Hablar en valenciano es, simple y llanamente, utilizar una de las dos lenguas cooficiales reconocidas por el Estatuto de Autonomía y por la Constitución. Y, por tanto, es un derecho fundamental para aquellas personas que, dentro de su libertad, eligen utilizar para sus comunicaciones el valenciano o, en la misma medida, el castellano.

El episodio de una trabajadora que, en una universidad pública como la Miguel Hernández de Elche, pedía a través de un cartel de su puño y letra que nadie se le dirigiera en una lengua que no sea el castellano evidencia hasta qué punto queda un largo camino por recorrer para conseguir algo que es muy sencillo pero que lleva más de tres décadas de retraso. Cumplir con la ley y normalizar el uso del valenciano -actualmente una lengua en clara inferioridad- para que pueda convivir en igualdad de condiciones con el castellano, como marca el Estatuto.

Mientras no se garantice un uso normal y equilibrado; mientras no se garantice que los miles de alumnos que piden escuela en valenciano en toda la Comunidad puedan acceder a ella; mientras no tengamos medios de comunicación públicos -somos la única región de Europa con lengua propia sin televisión- para promocionar la lengua, se mantendrá abierta una de las heridas que daña al pueblo valenciano.

Ha llegado el momento de solucionar esa situación, simplemente, porque los valencianoparlantes tenemos el derecho a seguir usando nuestra lengua. A hablarle a nuestros hijos la lengua de nuestros padres y a garantizar que, en un futuro, ellos puedan hacer lo mismo para usarla en todos los ámbitos de su vida con total libertad. No es polémica. Es lo justo.