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Francisco Esquivel

Pues sí, somos de cuidado

El dirigismo en el estado chino llega hasta el siguiente extremo. En el espot de la campaña donde se anuncia el fin, se ve a una joven llorosa que cede ante los papeles que le han puesto por delante: «Muy bien, voy a firmar. Pero tengo una última condición. ¿Me puedes abrazar una vez al día durante el resto del mes? Y envuelto en una música zen, lo cita en la terraza del rascacielos donde le pidió que se casaran; junto al lago en el que le dijo que la quería; en el rincón del primer beso... un martirio, vamos, que da paso al mensaje gubernamental: «No dejes escapar el amor. Tres millones de personas se divorciaron el año pasado en China, casi cien mil volvieron y se casaron nuevamente».

En la Comunidad Valenciana se cae como chinos al ser una de las que mayor índice de divorcios presenta: 73 por cada cien bodas frente a los 46 de media europea. Luego nos sorprendemos de que los británicos se quieran marchar o que en una formación novísima como Podemos se detecten crisis guapas de convivencia. ¿Pero es que hay algo más complicado que llevar adelante un proyecto común siendo cada uno de su padre y de su madre? Si no, que se lo pregunten a Sánchez que ha sido avistado en plan gran Gatsby para no ser reconocido ante el temor de que los suyos le digan tenemos que hablar. El pepé, llegado el trance del reparto, se convierte en una balsa y, si se avista que alguien está a punto de saltar, se le envía un Luis, sé fuerte y a vivir que son dos días.

Comparada con la realidad asiática, a nosotros es que nos va la marcha. No lo podemos evitar. Oía el otro día lo ocurrido en un banquete nupcial. Ella se va al servicio; ante la tardanza, él se acerca y la descubre dale que te pego con el ex. Se lía la de San Quintín y, en pleno fragor de la batalla, la orquesta irrumpe con la canción del verano para intentar distender pero lo que consigue es que la familia del novio le lance los platos, la tarta... Casualmente era El venao. Que es como nos pondríamos por una campaña como aquélla. Y con Mariano de Celestina, lo que nos faltaba.

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