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Camilo José Cela Conde

Lo que hay que hacer

Si la frivolidad de los políticos británicos con el referéndum del brexit fue patética, las primeras respuestas que están llegando desde Europa no lo son menos. Las reacciones que muestran no pocos de los análisis apuntan hacia una especie de pataleta infantil a modo de venganza por la decisión de la mayoría de los ingleses y galeses que acudieron a las urnas (los escoceses e irlandeses votaron de otra forma). Que se vayan ya, sostienen los comentaristas, y además que lo hagan del todo. Parece como si el hecho de haber decidido que la Gran Bretaña no debe formar parte de la Unión Europea supusiese una especie de afrenta personal que se infringe a cada uno de los articulistas en persona. Y son todos los británicos quienes deben pagar por semejante insulto.

¿Sólo ellos? Repasemos la situación. Lo que supone el brexit es que el socio menos convencido y solidario de la UE rompe unas amarras que habrían estado aún más debilitadas si, en caso de haber ganado la opción del remain, se hubieran hecho más concesiones a Londres. La libra esterlina era y es una moneda fuera del euro. El Reino Unido no formaba ni forma parte del espacio Schengen. Pero los lazos comerciales entre las islas y el continente eran y son inmensos, con una interdependencia total entre la economía británica y la del resto de Europa. Quienes quieren castigar ahora a los protagonistas del brexit vienen a sostener que eso se ha terminado. Pero al margen de lo poco que depende la economía real de los exabruptos emotivos, ¿serían los británicos los únicos perjudicados en el caso hipotético de que se suspendiesen los intercambios comerciales?

Una tía abuela mía, inglesa, por cierto, que era la persona más sensata dentro de una familia rayana en la insensatez, decía que cuando algo va mal lo que hay que hacer, lo único que hay que hacer, es intentar que no vaya peor. Las consecuencias del brexit son enormes y, desde luego, muy malas. Pero puestas así las cosas, y teniendo que admitir que los británicos tenían todo el derecho del mundo a abandonar la UE cuando quisiesen hacerlo, porque el tratado de integración lo permite, resulta ridículo que las reacciones consistan en insultarles. Si añadimos un castigo „el de la interrupción de las relaciones económicas„ que lleva a que a todos nos vaya peor, estamos rozando niveles de estupidez que se parecen bastante a los que han mostrado los partidarios del leave.

Cuando las cosas están mal hay que impedir que vayan a peor. Tras el brexit, bienvenidos sean los acuerdos con el Reino Unido que puedan mantenerse o que se logren añadir. Los brazos de la Unión Europea deben estar abiertos para todas las relaciones que se quieran potenciar desde Londres. Y tal vez, si la sensatez impera, llegue el día en que la Gran Bretaña considere que debe volver a la UE. Es entonces cuando cabe plantearse en qué condiciones y bajo qué privilegios.

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