Ganas me entran, instalado en la modorra del no hacer nada, aguantando el levante fresquito que hace que uno pueda moverse sin deshidratarse, de escribir otra serie como ahora hace un año: Verano estoico. Verano cínico. Verano epicúreo. Y recordar al común de los mortales que no sé qué ley gubernamental, hecha con los pies en lugar de con la cabeza, se ha cargado la mitad de las humanidades del bachillerato generando auténticos analfabetos.

Tendremos en un futuro chavales que sabrán «guasapear» con los ojos cerrados y a la velocidad de una mecanógrafa de la posguerra. Tendremos chicos que dominarán todos los ingenios diabólicos que tienen que ver con la informática: descargan páginas, no pagan la música, te conectan dos ordenadores para hablar mirándose a la cara uno aquí y otro en la Guayana francesa, pero ninguno ha oído hablar de Platón, no tiene ni idea de qué son las corrientes anarquistas de finales del XIX, les suena a chino la voz perifrástica, confunden la casa de Trastámara, con los Austrias y los Borbones y se creen que el Sil es un tipo muy antiguo que peleó contra los moros en no se sabe qué sitios. Vivan los planes de educación que parecen hechos por el enemigo.

Creía que, finalizadas las elecciones, con Rajoy intentando una investidura difícil y con la izquierda amodorrada dejándolo hacer como si tuvieran todo el tiempo del mundo, que cuatro años no son nada. Creía digo, que iba a relajarse el personal pero no hay nada de eso. La izquierda me alucina y me confunde. No mandan al paro al tal Fernández Vara, inútil integral a mi entender que se cree descubridor de la pólvora, que ha acuñado un concepto que pasará -no como Borges a «La historia universal de la infamia»- sino a la historia de la gilipollez política. ¿Qué es eso de «mínima abstención de última hora»? Da la impresión de ser un suicidio socialista indoloro y poco a poco, algo así como la puntita nada más. Con líderes así el socialismo no levantará cabeza en la vida. Yo al menos no lo veré.

La actividad informativa sigue palpitante y no es posible comer viendo un telediario salvo que quiera uno que se le desate la hernia, la úlcera y se le suelte la adrenalina a chorros por el torrente sanguíneo, de los sustos que te pegan a horas tan intempestivas.

Han barrido el Ministerio del interior y leo -en un noticiero que me hace saltar alertas cada dos por tres- que no han encontrado nada en el barrido. ¡Solo faltaba! En todos los ministerios hay señoras de la limpieza -no como en mi casa que yo acumulo todas las tareas mecánicas y así está ella-. Esas señoras pasan el mocho a diario, lo dejan todo como los chorros del oro y es imposible encontrar basura de hace años, que eso es el paleolítico.

Leo el Diario de Mallorca, primo hermano del INFORMACIÓN y me subo por las paredes: políticos de Palma creaban un grupo de policías afines para conseguir puestos de consideración en la cúpula policial local. Habla el periódico hermano de control de prostíbulos, cobro de comisiones y guardias de seguridad encubiertos en locales de la playa. También habla, para no privarse de nada, de seguimientos y escuchas para controlar a rivales políticos. ¿De qué me suena a mí esto?

Ahí está el Diario de Mallorca para quien quiera leer. El juez que investiga -según el periódico habla de «turbias maniobras»-, alicantino, de Orihuela, un hombre inteligente, trabajador y serio que sabrá desenredar la madeja y dejar claro quién está libre de toda sospecha y quién está hasta las cejas.

Me he tomado ya el trankimazin doble porque las palpitaciones de las incertidumbres políticas, del vivir sin gobierno, me hacen saltar el corazón del pecho y dice mi psiquiatra que esa angustia no es buena. No ha terminado de hacerme efecto y otra vez las arterias inundadas de adrenalina. Sale un señor en un barco -qué peligro las comidas, el refocile, las copas y lo que caiga€ en alta mar, que suerte haber nacido pobre y marearse en esos ingenios-. El señor, sonriente y con mesas bien servidas, es el marido de jefa de la ONIF, que persigue el fraude. ¿Quién vigila a los vigilantes? Oigo en La Sexta que tenía un chiringuito financiero para blanquear dinero y evitar los controles a cambio de una comisión. O sea ¿la zorra guarda las gallinas que dice el refrán?

Señor, señor€ ¿Cuándo podremos los ancianos decrépitos dedicarnos a sestear, a disfrutar del merecido descanso sin sobresaltos que nos pongan contra la pared y soñando y deseando la visita urgente de la parca por el miedo, entre otras cosas, a la esquilmada hucha de las pensiones? Al final voy a coincidir con mi amigo José Sacristán - un señor- al que conocí en el rodaje de Todos a la cárcel. ¿Habrá que admitir que somos un país de mierda?