Si comparan el porcentaje de votos nulos y en blanco en las elecciones al Congreso y al Senado, comprobarán que es superior en este último. Ello es debido a que la elección de ambas Cámaras se rige por sistemas electorales diferentes y tenemos más familiaridad con el del Congreso que con el del Senado, al que prestamos escasa atención, como prueba la irrelevancia mediática de los resultados electorales en dicha Cámara. Para las elecciones al Senado rige un sistema electoral mayoritario de tal forma que se proclamarán electas/os aquellas/os candidatas/os que obtengan mayor número de votos hasta complementar el número de escaños asignados a la circunscripción (que, como es sabido, es la provincia; algo anómalo que impide la configuración del Senado como Cámara de representación territorial en un Estado autonómico). Salvo en caso de las islas o de Ceuta y Melilla, a cada provincia corresponden cuatro escaños al Senado, pero en la papeleta (de color salmón y en la que aparecen todos los partidos) sólo se pueden marcar un máximo de tres candidatas/os. Eso significa que perfectamente se pueden marcar menos y, además, podemos elegir candidatas/os de diferentes partidos. Si se marcan más de tres, el voto será nulo. A pesar de que en la papeleta electoral se explica, no toda la gente se fija o lo tiene claro, pero hay quienes sí lo hacen y, además reparten conscientemente sus votos entre diferentes partidos.

Como aficionada (que queda mejor que viciosa) a estudiar los resultados electorales, me llamó poderosamente la atención que en las elecciones del pasado 20 de noviembre, la primera de las candidatas del PSOE al Senado por la circunscripción de Alicante, Encarna Llinares, resultara electa por un total de 189.766 votos; una cifra superior a la obtenida por la candidatura del mismo partido al Congreso, que cosechó 188.711 votos. Eso significa que recibió votos de gente que en el Congreso había votado a otras candidaturas. Cierto es que no se ha vuelto a repetir en las elecciones del pasado domingo, pero la lectura de los votos obtenidos por las candidatas al Senado tanto por la coalición «A la Valenciana» como por el PSOE sugiere que hay un pacto feminista tácito, no explícito. Una buena amiga, apoderada de un partido, me llamó en la noche electoral para decirme que en su mesa habían varias papeletas que sólo habían marcado a las candidatas (2 del PSOE, 1 de «A la Valenciana»). Yo estaba en casa de otra amiga y todas las que allí estábamos habíamos votado exactamente eso sin haberlo hablado previamente. Y ninguna habíamos votado ni en la misma mesa, ni en la escrutada por la amiga común que me llamó ¿Os imagináis qué pasaría si hiciéramos un pacto explícito nosotras?