Tras las pasadas Hogueras, nos sumergimos de lleno en unas elecciones cuyos resultados tardaremos en metabolizar. Confieso que hubiera deseado haber podido analizar hoy las repercusiones políticas de unas elecciones históricas, como han sido las del 26J, pero reconozco honestamente que me faltan elementos de comprensión para poder entender todo lo sucedido. Lo único que sé a estas alturas es que las elecciones que acabamos de celebrar, más que una distribución de poder político nos han dejado un retrato social de un país mucho más complejo de lo que pensamos, en el que se notan las huellas que han dejado una crisis mucho más profunda de lo que creemos, un agotamiento del modelo institucional y democrático heredado de la transición, así como los efectos de una corrosión moral que como una gota malaya ha acabado por dañar la ética colectiva.

Ahora bien, antes de asistir al desconcertante 26J, pusimos el punto y final a unas Hogueras de las que en buena medida nos desentendemos a partir de ahora, seguros de que al próximo año volverán a celebrarse, si cabe con mayor fuerza, sin darnos cuenta de que todos y cada uno de los meses hay centenares de personas en toda la ciudad que trabajan de manera esforzada para que Alicante vuelva a celebrar sus fiestas el próximo año. Bueno es que desde distintas miradas tratemos de sumar reflexiones que, junto a otras muchas, puedan ayudar al mundo de las Hogueras para que las fiestas avancen.

En primer lugar me parece necesario destacar que esta ciudad está en deuda con el mundo de las Hogueras, mujeres y hombres, niñas y niños, que junto a sus familias se sacrifican y trabajan de forma completamente desinteresada para que Alicante pueda disfrutar de unas fiestas tan singulares. Les Fogueres de Sant Joan son el fruto de una energía colectiva que canaliza buenos sentimientos alrededor de la Fiesta, de la recreación de tradiciones, de la construcción de imaginarios colectivos capaces de generar cohesión social. Y lo hacen con esfuerzo, mucho trabajo compartido y espíritu de participación. Todo ello ayuda a construir ciudad y a fortalecer un sentimiento de ciudadanía que comparte alegría, celebraciones, diversión y un ritual simbolizado en los monumentos fogueriles que admiramos.

Y este agradecimiento y reconocimiento hacia el mundo de las Hogueras no está reñido, ni mucho menos, con la necesidad de mantener un diálogo permanente para tratar que las fiestas perturben lo menos posible, intentando evitar al máximo molestias innecesarias, aunque desde el reconocimiento de que son días de fiestas y celebraciones.

Son muchas, sin duda, las cuestiones y responsabilidades que la Federación tiene que promover para que la Fiesta discurra por los cauces más adecuados, unas Hogueras que no han sido ajenas al impacto de la crisis y a las dificultades en muchas comisiones por financiar los monumentos y sus numerosas actividades. Es así que, con todas las precauciones debidas, habría comisiones que podrían plantearse la posibilidad de unificarse con otras, promoviendo una mayor vistosidad de los monumentos, además de permitir que funcionen con mayor desahogo y sin tantas estrecheces.

Es evidente que tanto el Ayuntamiento como la Generalitat deben apoyar al máximo las Hogueras desde el respeto, comprendiendo su valioso papel y los valores simbólicos que encarnan. Por ello, la polémica de la diputada autonómica Llum Quiñonero, presentándose en la zona VIP de la mascletà en dos ocasiones vestida de zaragüell, fue más que inoportuna. Esta diputada acudía voluntariamente como representante político que es a un acto oficial de Hogueras y, por tanto, debía el mismo respeto institucional que imagino exige para el Parlamento valenciano del que ella es representante. Otros lugares hay para debatir lo que se le antoje y como desee, pero si no lo hace con respeto, mala pedagogía política promueve.

En el Ayuntamiento recae la máxima responsabilidad institucional sobre las Hogueras, con todo lo que ello significa, debiendo cuidar y analizar al máximo sus decisiones. Las mascletàs previas a las Hogueras que este año se programaron fueron un éxito de publico pero, salvo en un caso, una decepción porque muchas de ellas no merecían este nombre. Posiblemente haya que reglamentar mejor estas sesiones previas para que estén a la altura del resto de mascletàs. La música atronadora y repetitiva que este año se puso en la plaza de Luceros debería modularse más para que no fuera desagradable y permitiera hacer su trabajo, por ejemplo, a los medios de comunicación, que han tenido serias dificultades para ello.

Y por último, no quiero dejar de mencionar la necesidad de que todo el sector del turismo y la hostelería, que tantos beneficios económicos obtienen de las Hogueras, se implique mucho más en ellas, contribuyendo económicamente y facilitando su desarrollo a lo largo del año. Ha llegado la hora de abrir una mesa de trabajo para buscar fórmulas imaginativas de colaboración. Se me ocurren algunas, pero seguro que la Federación tiene en mente otras muchas que puedan engrandecer todavía más las Hogueras.

@carlosgomezgil