Los resultados de las elecciones generales del pasado domingo han sido apasionantes, si bien la escasa participación revela que mucha gente está hastiada de todas estas cuestiones, lo que desde luego es una mala noticia. A pesar del gasto absurdo y gravoso además de estas segundas elecciones, han servido para que los ciudadanos tengamos una visión más enfocada del panorama político.

Reconozcamos que ha habido muchas sorpresas que, en primer término, ponen en tela de juicio a la mayoría de encuestas previas, que no ha dado ni una. Y nos ha dejado una serie de enseñanzas de gran utilidad, como la de que no se puede vender la piel del oso antes de cazarlo. En este sentido, Iglesias se ha pegado un chasco monumental, dado que ya se veía como emperador del Estado federal español, pero el domingo perdió más de un millón de votos y es la tercera fuerza. Y, aunque en el debate a cuatro le insistiera a Sánchez en que ellos no eran el enemigo para el PSOE, no han tenido la misma percepción los votantes clásicos de este partido, muchos de los cuales han corrido a taponar la hemorragia y a tratar de evitar que se consumara el anunciado sorpasso. Por su parte, Sánchez se ha salvado por los pelos de ser devorado por los suyos y aún no veo su futuro del todo claro.

De lo que no cabe duda es de que Rajoy, como han dicho ya algunos comentaristas, es un auténtico «killer», es decir que tritura al enemigo, a pesar de su aparente falta de carisma y de la basura de debajo de las alfombras. Muchos lo han votado porque consideraban que estábamos en situación de emergencia nacional, ante el resultado del brexit, que creo que le ha favorecido, y sobre todo por lo que se anunciaba como una barrida de Unidos Podemos. El PP ha pegado una subida de catorce escaños, seis más de los que ha perdido Ciudadanos, y debería formar gobierno porque no estamos para seguir mirando las musarañas. En cuanto a Ciudadanos, Rivera pasó de ser la gran esperanza del catalanismo a que lo miraran con recelo en su tierra, porque ahora parece que no es ni chicha ni limoná. A pesar de la apolínea figura no acaba de convencer y le conviene mucho que no haya terceras elecciones, que podrían llevara su formación a la irrelevancia. Como parece un chico listo, le va a tocar desdecirse y favorecer un gobierno de Rajoy.

Como conclusión, el bipartidismo encabezado por el PP y seguido por el PSOE, del que muchos estaban escribiendo ya el epitafio, sigue vivito y coleando.