No sabemos cuánto afectará al turismo de nuestra Comunidad y de nuestra provincia, la nueva situación del brexit, pero sí sabemos cómo nos afectará: negativamente; ya lo está haciendo y nuestros asociados así lo confirman. El número de pernoctaciones y viajeros procedentes de Gran Bretaña se reducirá en el futuro. Este nuevo factor -brexit- se incorpora a un mundo que ya estaba cambiando a una velocidad endemoniada; hasta ahora y para el turismo, con viento a nuestro favor.

Nos llega, justo ahora, la noticia de que está en estudio el proyecto de una nueva Ley de Turismo para la Comunidad Valenciana Es posible que sea el momento oportuno de hacer cambios regulatorios, de adaptarse a la nueva realidad de nuestro entorno y a los hábitos de consumo en el sector turístico.

Aunque reconozco que, en la intimidad, me asalta a veces la reflexión que dice que «si algo funciona, no lo toques». El Turismo en nuestra CV y en nuestra Costa Blanca va bien, bastante bien diría yo. Siempre es saludable mejorar lo que bien funciona pero sería un error pretender cambiar drásticamente un modelo que es nuestro y se ha desarrollado con luces (y alguna sombra), a lo largo de más de 50 años.

Esta nueva Ley de Turismo debería convertirse en una herramienta a disposición del conjunto del sector turístico, hotelero, campings, alquileres, residencial? Debe ser un mecanismo que consolide nuestra posición ante los ciudadanos que encuentran en nuestra tierra su destino. Debe ser un sistema que atraiga más turistas, genere más empleo, garantice las inversiones del sector y consolide la llegada de los turistas que saben que tanto Alicante, como el conjunto de la Comunidad Valenciana, es un destino seguro, en todos los ámbitos y para todo tipo de turistas, hoteleros y residenciales; todos suman.

La convulsión que ha supuesto un sí al brexit nos debe poner en alerta. Hay más de 87.000 residentes-propietarios británicos en la provincia de Alicante. Y el pasado año se compraron casi 5.000 viviendas, un dato que junto a los ingresos por alquiler turístico y el gasto asociado, nos permite afirmar que este mercado es el más importante para nuestra provincia. La salida de las Islas de la Unión Europea (si es que finalmente se produce), tendrá efectos negativos en la economía de nuestra provincia. De prepararnos bien dependerá salir del envite con éxito, más débiles o con mayor músculo.

La preocupación por la inseguridad que el futuro genera a nivel interno (bajada del PIB británico), la depreciación de la libra, el desconocimiento sobre el acuerdo final UE-Reino Unido o el proceso de desconexión suponen ya desde hoy demasiadas incertidumbres y la disminución, a corto plazo, de las compraventas de vivienda, la merma del poder adquisitivo de los residentes y un incremento de la oferta de vivienda por parte de los residentes que decidan regresar. Todo ello, ahora precisamente que se recuperaba la actividad. Cambios normativos de calado en estos momentos, no serían bien recibidos por los afectados.

Sin embargo, en el otro lado de la balanza nuestras empresas están preparadas, han diversificado sus canales de comercialización, saben que los mercados van y vienen, que nuestros países competidores también están afectados y que a los británicos les encanta la Costa Blanca. Y una cosa es segura, aunque Gran Bretaña se aleje de la UE, ni será rentable plantar brócoli en Manchester ni posible tostarse al sol en Picadilly. ¡No lo tenemos todo perdido!

Cualquier decisión de nuestras autoridades para modernizar nuestro sector turístico debe dirigirse por tanto a la mejora y no a inventar nuevos modelos, debe aportar seguridad jurídica a nuestros inversores y residentes, debe exigir y hacer sencillo el cumplimiento de las obligaciones fiscales a todos los agentes, y debe escuchar a todos los agentes turísticos afectados. Y me atrevo a sugerir debe «esperar y ver».

El legislador debe comprender esta realidad y la próxima Ley de Turismo debe servir para generar un marco de juego, flexible, moderno y abierto a la libre competencia para aquellos que quieren cumplir las reglas, sin ventajas de unos sobre otros y respetando siempre los deseos de nuestros turistas visitantes. Son ellos, los turistas, los que deciden si venir o no a nuestra tierra, y deberíamos respetar su decisión de cómo hospedarse y dónde.