Estimados turistas y veraneantes: es de suponer que venís a descansar, tal vez agobiados por el estrés, las aglomeraciones, o huyendo de la tensión del día a día. Lo cierto es que, sea cual sea el motivo que mueve a cada uno, venís todos a pasarlo bien y a disfrutar de la belleza que nos ofrece nuestra tierra. «La millor terra del món», para nosotros. Aquí os encontrareis con su buena gente, su precioso patrimonio, y con sus fiestas y tradiciones peculiares; probablemente coincidáis con personas de otros países y autonomías que hablan distintos idiomas y con diferente idiosincrasia; estaréis en nuevos lugares y paisajes distintos a vuestro hábitat habitual. Estas características vacacionales me traen a la mente la temática y algunas cuestiones que el Papa Francisco plantea en su encíclica Laudato Si, relacionadas con la creación y el hombre, y que someto aquí a vuestra consideración ya que aplicadas al ámbito vacacional pueden ser especialmente útiles e iluminadoras. A su documento haré referencia con los números entre paréntesis.

La Biblia fundamenta la existencia humana en tres relaciones interconectadas: la relación con Dios, con el prójimo y con la tierra. Esta «es de Dios e implica que el ser humano... respete las leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios entre los seres de este mundo, porque "él lo ordenó y fueron creados... y les dio una ley que no pasará" (Sal 148,5b-6)» (LS 68). Ya desde el principio la armonía inicial fue destruida por haber pretendido el hombre ocupar el lugar de Dios, negándose a reconocerse criatura (66). Desde entonces, nuestra «casa común», «la hermana Tierra», según Francisco de Asís, «clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Pensamos que somos sus propietarios y dominadores, y que estamos autorizados a expoliarla. La violencia del hombre? también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Olvidamos que nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura (cf. Gn 2,7)» (2). Urge, pues, un cambio radical en el comportamiento humano y en el cuidado de nuestra «casa común» con «acciones cotidianas» (211). No podemos buscar solo el interés y el beneficio personal.

De igual forma «estamos llamados a reconocer que los otros seres vivos tienen un valor propio ante Dios, y que "por su simple existencia, lo bendicen y le dan gloria" porque el Señor se regocija en sus obras (cf. Sal 104,31)» (69). Pero «si el ser humano "en vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación? suplanta a Dios? provoca la rebelión de la naturaleza"» (117). El hombre, solo es un «administrador responsable» de la creación (116).

«Junto al patrimonio natural, hay un patrimonio histórico, artístico y cultural, igualmente amenazado... La ecología también supone el cuidado de las riquezas culturales de la humanidad en su sentido más amplio». Y reclama, a nativos y visitantes, turistas o veraneantes?, prestar atención y respetar las culturas locales (143). Para lograrlo, hay que educar en «virtudes ecológicas» (88). A ello os animo, así como a vivir nuestra cultura, por ejemplo viviendo nuestras fiestas. Riqueza especial de nuestra tierra.

Sobre las relaciones interpersonales humanas, el Santo Padre, nos advierte del peligro de caer en el antropocentrismo desviado y el relativismo interesado. En efecto, «cuando el ser humano se coloca a sí mismo en el centro, termina dando prioridad absoluta a sus conveniencias, y todo lo demás se vuelve relativo». Esta lógica provoca al mismo tiempo la degradación ambiental y la degradación social (122). De igual forma «la cultura del relativismo es la misma patología que empuja a una persona a aprovecharse de otra y a tratarla como mero objeto, obligándola a trabajos forzados, o convirtiéndola en esclava a causa de una deuda. Es la misma lógica que lleva a la explotación sexual de los niños, o al abandono de los ancianos que no sirven para los propios intereses? Es la misma lógica del "usa y tira", que genera tantos residuos sólo por el deseo desordenado de consumir más de lo que realmente se necesita» (123). Por desgracia, estos males, también aparecen en algunos ambientes de ocio y turismo.

Para el asueto vacacional, también vienen bien los siguientes consejos: que huyamos de la visión consumista que tiende a homogeneizar y a debilitar la inmensa variedad cultural (144). Ya que predomina una colectiva sumisión a los reclamos comerciales y falta inventiva individual creativa. El Papa también insiste en que vivamos con sobriedad. «En realidad, quienes disfrutan más y viven mejor cada momento son los que dejan de picotear aquí y allá, buscando siempre lo que no tienen, y experimentan lo que es valorar cada persona y cada cosa, aprenden a tomar contacto y saben gozar con lo más simple? Se puede necesitar poco y vivir mucho, sobre todo cuando se es capaz de desarrollar otros placeres y se encuentra satisfacción en los encuentros fraternos, en el servicio, en el despliegue de los carismas, en la música y el arte, en el contacto con la naturaleza, en la oración. La felicidad requiere saber limitar algunas necesidades que nos atontan, quedando así disponibles para las múltiples posibilidades que ofrece la vida» (223).

Otro aspecto a valorar, es que la naturaleza es «como un espléndido libro en el cual Dios nos habla y refleja algo de su hermosura y de su bondad (Sb 13,5)» (12). Pero la disposición del individuo y la paz interior tienen mucho que ver con la ecología, afirma el Papa: «Muchas personas experimentan un profundo desequilibrio que las mueve a hacer las cosas a toda velocidad para sentirse ocupadas? las lleva a atropellar todo lo que tienen a su alrededor. Una ecología integral implica dedicar algo de tiempo para recuperar la serena armonía con la creación, para reflexionar acerca de nuestro estilo de vida y nuestros ideales, para contemplar al Creador, que vive entre nosotros y en lo que nos rodea, cuya presencia "no debe ser fabricada sino descubierta, develada"» (225). ¡Este puede ser un buen objetivo para estas vacaciones! Os invito a redescubrir o repensar estas magníficas ideas que nos ofrece el Papa.

También nos dice que «a través del culto a Dios somos invitados a abrazar el mundo en un nivel distinto». Los mismos sacramentos son un modo privilegiado de cómo la naturaleza es asumida por Dios y se convierte en mediación de la vida sobrenatural? El agua, el aceite, el fuego y los colores se incorporan en la alabanza (235). «El Cristianismo no rechaza la materia, la corporeidad,? (al contrario), en la Eucaristía lo creado encuentra su mayor elevación» (236). Acudid, pues, a misa, sobre todo el domingo, día especial de encuentro con el Señor Resucitado, con la comunidad creyente en Él, y de descanso (237).

En este Año Jubilar de la Misericordia, os animo también a dejaros reconciliar con Dios y sus criaturas, por medio del Sacramento de la confesión; en las parroquias y lugares de culto encontrareis a los sacerdotes bien dispuestos. Experimentad el gozo del perdón de Dios, de volver a Él, de redescubrir el sentido de la propia vida.

Para finalizar, tengo especialmente, en mi recuerdo y oración, a los trabajadores del sector turístico que, con su esfuerzo, hacen posible que los demás disfrutemos de unas hermosas vacaciones; a ellos, y a quienes mantienen los servicios públicos, gracias por todo.

Y por último, os encomiendo a todos, a la Madre y Reina de lo creado, a Santa María, tan querida y celebrada en nuestra tierra, que Ella nos conceda la mirada contemplativa del «Poverello de Asís», que nos invita a alabar a Dios por todo lo que tenemos, vemos y disfrutamos: «Criaturas todas alabad a mi Señor».

¡Feliz verano!