¡Por fin han concluido las elecciones! Seguramente esto fue lo primero que le vino a la cabeza a más de uno de los lectores el pasado lunes, al levantarse para realizar sus tareas cotidianas. Pero no es cierto. Concluidas las elecciones, comienzan otros bombardeos en los medios de comunicación. ¿Quién ha ganado? ¿Quién ha perdido? ¿Tendremos un nuevo gobierno o habrá que volver a repetir las elecciones?

No quiero avivar ninguno de los debates anteriores. Más bien quiero centrarme en otra polémica surgida al final de cada uno de los comicios a los que se nos pide participar. Los resultados son injustos. No reflejan el sentir popular. Y, sobre todo, son un fiel reflejo de la regresividad subyacente en la Ley d'Hont, que siempre beneficia a los partidos más votados, en detrimento de las minorías. Las anteriores no son frases mías, más bien se trata del sentir popular que se aprecia en las redes sociales, incluida la cada vez más popular plataforma change.org.

A la vista de un inusitado ataque contra el empleo de la Ley d'Hont me he querido asegurar de la certeza de estas afirmaciones, o su refutación. La conclusión ha sido muy sencilla. La aplicación de la Ley d'Hont en cada una de las 52 circunscripciones electorales sigue un patrón de proporcionalidad, por lo que los anteriores argumentos de injusticia no sólo son injustificados. Más bien son falaces. Comprenderá el lector que con esta afirmación no quiero defender el actual sistema electoral, para el caso de las Elecciones Generales al Congreso de los Diputados. Sólo digo que los problemas no se arreglan abandonando el uso de la Ley d'Hont.

Hay muchas voces que reclaman que todos los votos deberían contar por igual. Y es que, actualmente, no todos los votos valen lo mismo. Por ejemplo, 47.478 barceloneses votaron al Partido Animalista (PACMA). Éste número de votantes se asemeja al censo de Soria (49.993 personas). Los animalistas de Barcelona no tienen representación parlamentaria, mientras que los sorianos, dividiendo su voto, obtuvieron un diputado para el PP (por 22.145 votos) y otro para el PSOE (por 12.688 votos). ¿Qué origina este trato discriminatorio hacia los votantes del PACMA en Barcelona? Una de las razones se puede encontrar en la distribución de escaños por circunscripciones. Partiendo de la premisa de que los sorianos escogerán dos diputados, para mantener un tratamiento equitativo de los votantes, los barceloneses deberían aspirar a 105 diputados (en lugar de los 31 que actualmente le corresponden), lo cual llevaría a un Congreso ¡con 941 diputados! Personalmente, creo que 350 ya son demasiados diputados, por lo que habría que pensar cuidadosamente las propuestas.

Una opción que parece entreverse entre quienes defienden una reforma de la Ley Electoral pasaría por tener presente que el Congreso no es una cámara territorial. Ello llevaría a plantear listas únicas a nivel nacional. Déjenme suponer (los economistas somos muy dados a ello) que los ciudadanos hubiesen votado a la misma opción. Por ejemplo, ningún canario afincado en Alicante hubiese votado por Coalición Canaria. En tal caso, una distribución proporcional de los escaños entre los partidos (según el total de votos) a nivel estatal habría tenido pocos efectos significativos. El más remarcable, en mi opinión, sería una reducción de 18 escaños para el Partido Popular, pasando de los actuales 137 a tan solo 119; y un aumento de 15 escaños para C's, cuya representación sería de 47 diputados, en lugar de los actuales 32. Por lo tanto, esta segmentación del electorado entre provincias ha beneficiado claramente al PP, en detrimento de C's. Sin embargo, sería del todo impensable que cada partido político sea capaz de configurar listas electorales con 350 candidatos, ordenados de una cierta manera. Imaginen el episodio más truculento de Juego de Tronos. Exageren cada una de las escenas tanto como su imaginación les permita. Todavía no se acercan a imaginar qué sucedería en la sede del PSOE en Ferraz, o la sede del PP en Génova... y de otros partidos, ni hablemos.

¿Hay soluciones? Por supuesto. Fáciles de encontrar, sencillas de aplicar, y que garanticen que todos los votos tengan similar representatividad... sin llegar a situaciones extremas como las anteriores de un parlamento de excesivas dimensiones, ni invitar a los miembros de los partidos políticos a comportarse como Daenerys Targaryen o Cersei Lannister. Otra cosa es que los políticos quieran escuchar.