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Juan José Millas

Tierra de nadie

Juan José Millás

Ideas muertas

Escuché en la radio la expresión «muerte térmica» y tomé nota mental de ella. Al llegar a casa la busqué en la Wikipedia. Decía que «tiene su origen en la segunda ley de la termodinámica, según la cual la entropía tiende a aumentar en un sistema aislado». Me detuve ahí, para no hacerme un lío, dando por hecho que por «entropía» se entendía una forma de desorden relacionada con la pérdida de calor. La segunda ley de la termodinámica, pese a sus complejidades, es muy popular. Se utiliza bastante en los discursos filosóficos. En términos groseros, significa que todo va a peor. Los años que discurren desde el nacimiento hasta la muerte están marcados por la entropía. Morimos de muerte térmica, fallecemos por fugas de calor, como la caldera de gas.

Es lo que le acaba de ocurrir a la mía. «Está vieja y llena fugas», me ha dicho el técnico. Que la caldera de la calefacción muera de muerte térmica tendría su gracia de no ser por lo cara que sale su sustitución. De modo, pensé, que la entropía tiende a aumentar en los sistemas aislados. Le di muchas vueltas al asunto, como el niño que observa el interior de un juguete de cuerda que ha destripado por curiosidad. El cuerpo es un sistema aislado. Podemos abrazarnos a otros cuerpos, confundirnos con ellos, pero al final, básicamente, cada uno de nosotros somos un sistema aislado. Pensé en ello al pie del estanque, en cuyo fondo un par de peces rojos se mueven a cámara lenta, en busca de una larva de mosquito. El estanque es un sistema aislado. Si no me ocupara de él, caería en un proceso entrópico y los peces morirían en cuestión de semanas.

¿El Universo es un sistema aislado? Parece que sí. Por eso está condenado a muerte. A muerte térmica. La idea del Universo como un sistema aislado produce vértigo. Conviene no obsesionarse con ella. En realidad, conviene no obsesionarse con ninguna idea, sobre todo cuando se trata de ideas aisladas, condenadas a deteriorarse por fugas de energía. Las ideas desaparecen también por muerte térmica. Llega un punto en el que no dan más de sí, o de no, y se colapsan al modo de una estrella en el interior del cerebro. Lo que no sabemos es si estas ideas muertas se transforman en agujeros negros.

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