¿Más reservas turísticas para la Costa Blanca? El miserable atentado que sacudió anteanoche el principal aeropuerto de Estambul, capital de Turquía (dos millones de plazas hoteleras), puede haber supuesto un punto más en el espectacular crecimiento de las reservas hoteleras de los turistas alemanes y británicos hacia los hoteles de la provincia este verano. El miedo vence al «brexit» y a todo lo que se le ponga por delante, pero, de ninguna manera, la noticia puede tomarse como algo positivo pese a que, incluso, refuerce la condición de la Costa Blanca como el gran refugio para el turismo europeo de clase media. La seguridad es clave para los turistas y la franja litoral alicantina, ejemplo de, hasta ahora y esperamos que para siempre, ser una zona turística con una oferta de calidad, bien dotada y en la que puede pasear tranquilamente por un calle, o tomar el sol en la playa sin que del agua vaya a surgir un terrorista iluminado por no sé quién para acabar con las vacaciones y el futuro. No es, por lo tanto, una semana para las celebraciones, sino para solidarizarnos con un destino de «sol y playa» rival, al que hay que desear que se recupere cuanto antes aun sabiendo que, entonces, su reacción será tremenda en el tema de los precios. Jornadas también para la reflexión, para seguir trabajando en la mejora de la calidad y aumentar la fidelización de nuestros turistas. Un atentado no suma turistas. Lo que hace es meter miedo a viajar y los viajes son estratégicos para la economía de la provincia.

Un sector, el turístico, que en las últimas semanas está sometido a muchos vaivenes mundiales y nacionales que producen inestabilidad y amenazan el futuro. El «brexit» en principio en menor medida, pero unido el auge de los populismos, los nacionalismos y el racismo forman un cóctel letal en un mundo que no tiene que tener fronteras y que apostó por una globalidad que atentados tan crueles como los de Estambul (no hay mejor lugar que un aeropuerto para evocar felicidad y vacaciones) pueden echar por la borda. Ayer, todo el mundo se hacía cruces por la magnitud del terror en una zona especialmente sensible. Más que nunca es la hora de la unión, porque el mundo se la está jugando, a pesar de que siempre parezca que a uno nunca le puede pasar. Sucedió en Madrid en marzo de 2004 y todavía hoy seguimos sin curarnos las heridas. No miremos hacia otro lado.