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Marc Llorente

Apuntes afilados

Marc Llorente

El «¡Sí, se puede!» de Rajoy

Las encuestas se aliñan convenientemente en las cocinas demoscópicas antes de servirse al consumidor. Pueden producir pesadillas o encanto. Unidos Podemos tenía el champán en el frigorífico, pero la decepción no invitaba al brindis y se bebió gaseosa sin burbujas. Unidos tampoco se puede. Los globos morados y rojos flojean y no cogen más aire aunque flotan. El coche de Iglesias pierde fuelle. No adelanta al PSOE, y éste alcanza otro récord histórico con menos escaños. Si Sánchez pensaba abstenerse a favor del PP, ahora lo tiene más fácil para hacerlo. Otra cosa es que hubiese habido mayoría de izquierdas... Ya ven. Rajoy recibe votos prestados a Rivera y saltó de alegría en el balcón. Los simpatizantes del partido vuelven a casa para nutrir a la gaviota popular, que agita sus alas llenas de chapapote. El juego sucio, los sobres y los atropellos obtienen más laureles todavía. Los deméritos de Rajoy cabalgan con éxito. Campea el conservadurismo y «más vale migaja en mano que ciento volando», según los «mucho españoles» hipnotizados por la campaña del miedo y el voto útil al PP. Por lo visto, las bofetadas y el saqueo no producen ningún pavor. Y triunfa la resignación cristiana. El poner la otra mejilla tranquilamente. Rajoy grita «¡Sí se puede!»? Tú sí que vales, querido. Sobrevive, deja morir y está inmunizado contra cualquier clase de virus. Los demás tosen o tienen anemia. No importa que este señor sea socio de un club investigado, dopado. Al servicio de los de siempre y en perjuicio de una amplia parte de la población. Rajoy toma vitaminas 26-J y continuará en La Moncloa. No podrá usar el rodillo, eso sí, y estará bajo control. La población prefiere lo malo conocido que lo bueno por conocer. Pedro Sánchez se tambalea y Susana Díaz recibe un gol de los populares en su portería andaluza. Errejón e Iglesias exhiben cara fúnebre por no conseguir el sorpasso transversal, y la naranja mecánica de C's visita el taller de reparaciones. Los lastres, los resbalones o las torpezas de otros impulsan a un Mariano que no está limpio de hollín y paja. Toda una gran ceremonia de la confusión.

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