Por desgracia para los políticos españoles la selección española de fútbol ha sido eliminada de la Eurocopa. Los italianos han truncado nuestro camino futbolístico hacia la final. Así pues, acabado «el circo», las miradas del pueblo y de los medios de comunicación vuelven la vista, otra vez, hacia los protagonistas del pasado 26 de junio. Los resultados que arrojaron las urnas la noche del domingo fue que el PP, el Partido Popular, investigado por financiación ilegal y detrás de los principales casos de corrupción de tintes mafiosos, como son Gürtel, Púnica, Noos, Emarsa y otros tantos, han ganado las elecciones, sin mayoría absoluta, pero con una holgada ventaja sobre su perseguidor más inmediato. Así lo dicta el pueblo español, así lo dicen las urnas y en democracia eso es inapelable, eso es intocable.

Después de más de dos días de gráficos, opiniones, debates e interpretaciones de los resultados electorales, en mi mente se agolpan tres pensamientos, tres ideas que quiero compartir con ustedes. La primera es que, en democracia, cada pueblo no tiene los gobernantes que se merece, tiene los que quiere, los que ellos deciden papeleta a papeleta, haciendo cola y sacrificando unos minutos u horas de sus vidas para ejercer su derecho al voto. La segunda de las ideas, para mí el misterio más grande de la democracia, es tratar de entender el porqué el ser humano apuesta muchas veces por su servidumbre antes que por su libertad. Quizás sea por miedo, por ignorancia, por comodidad o por pereza, no lo sé, el hecho es que no es un fenómeno aislado en la historia de las democracias de cualquier país del mundo. La última de las ideas que me ronda por la cabeza me traslada al país vecino, Francia. Y pienso que el lema que allá por 1789 coreaba el pueblo francés por la calles de París: «Libertad, igualdad, y fraternidad» era mucho más que un puñado de palabras, era la lucha por la justicia que arrastró a miles de almas incultas, hambrientas y desarraigadas fuera de la tranquilidad de sus hogares y que permitió un cambio de nuevo rumbo a su país y a la mismísima Historia. Aunque muy pocos movimientos sociales se pueden equiparar a la Revolución Francesa o a la Revolución de los Claveles en Portugal, los principios, los proyectos que defienden una sociedad justa, igualitaria y digna no deben verse afectados por el número de apoyos recibidos. Son valores intrínsecos a cada individuo que forman parte de su vida, de su ser, de su personalidad al que poco debe importar el número de escaños o de diputados obtenidos en unas votaciones. Siempre se está dispuesto a seguir defendiéndolos cuándo y dónde sea necesario. Como decía Mario Benedetti en su obra La Tregua, «Se es o no se es, no importa el día».

Ahora toca formar gobierno. Los populares tendrán que mover ficha, tendrán que hacer caso del encargo que le han dado casi ocho millones de españoles. Ahora podremos ver su validez para negociar, su capacidad de sacrificio y su destreza para la formación de un gobierno estable. Ahora es el momento de ver la verdadera cara del líder de Ciudadanos al frente de sus 35 diputados y si sigue presumiendo de su validez como negociador. Ahora es el momento de que la izquierda, discretamente, se retire a un segundo plano. Tuvieron su oportunidad las pasadas Navidades y no supieron aprovecharla; ahora toca hacer oposición conjunta y compartiendo el mismo espacio político por el que estuvieron enzarzados en campaña. Ahora la izquierda tiene la oportunidad de curarse las heridas, de hacer autocrítica, ha llegado el tiempo de dejar atrás viejas y menos viejas rencillas. Ahora es el momento de que el lugar de la izquierda deje de ser el lodazal, el erial en el que se han convertido estas pasadas campañas y sea un punto de encuentro, sea un espacio para políticas globales donde de una vez por todas y de una maldita vez se puedan alcanzar acuerdos y proyectos comunes que les permitan estar suficientemente preparados para el próximo asalto político, que no tiene por qué ser dentro de cuatro años. Ahora bien, viendo el pertinaz enfrentamiento en el que se encuentran enredados los políticos de nuestra nación y la fiabilidad de las encuestas tengo que acabar recordando la frase de nuestro Quijote: «¡Cuán largo me lo fiais, amigo Sancho!» con la que el caballero de la triste figura recordaba a su escudero los vaivenes del destino y la fragilidad de los sueños. En definitiva, podemos pronosticar, podemos soñar lo que nos parezca, que después ocurrirá lo que le dé la gana.