La palabra bolardo proviene del vocablo inglés bollard y ha sido incorporado a nuestra lengua con la definición de «obstáculo de hierro, piedra u otra materia colocado en el suelo de una vía pública y destinado principalmente a impedir el paso o aparcamiento de vehículos». Los bolardos, normalmente, se instalan para proteger zonas frecuentadas por peatones o ciclistas; de hecho, son una forma barata de limitar la voracidad de uso del espacio público por parte de los automovilistas. Y como son una forma barata, los peatones también deben pagar peaje -de comodidad y riesgo- con la implantación de dichos artilugios.

Un paseo por la ciudad Alicante nos puede brindar la oportunidad de conocer la proliferación de espacios en los que se han implantado los bolardos, aunque hay dos zonas paradigmáticas en el empleo de estos artilugios que son la calle Barón de Finestrat -paralela entre la calle San Francisco y la calle Gerona- y la calle Ab El Hamet, transversal que une la calle Pintor Aparicio y calle Portugal.

La calle Barón de Finestrat es una calle de difícil clasificación -ni es comercial, ni peatonal- y no atiende otros tráficos que los de acceso a varios garajes, pero que, sin embargo alguien, en su momento, decidió que debía ser una senda plagada de bolardos que delimita unos espacios intransitables para los peatones al reducir al mínimo la banda libre peatonal. El sentido común nos lleva a proponer que esta calle, dada su escasa intensidad de tráfico, bien pudiera ser peatonal, permitiendo únicamente el acceso a los residentes de los garajes o, en su defecto, una calle 30, en la que sobrarían estos «obstáculos» que son los bolardos.

En cuanto a la calle Ab El Hamet el caso es más curioso, pues en la acera derecha en sentido a la calle Portugal, con una anchura y altura -de acera- suficiente, se ha hecho una «plantación de bolardos», lo cual resulta sorprendente y más cuando en la parte derecha de toda la calle hay un aparcamiento en batería. Esta calle, por demás, sirve únicamente para comunicar la calle Pintor Aparicio con la calle Portugal y, en su caso, para que algún automovilista se entretenga haciendo un bucle por la calle Ramón y Cajal en busca de aparcamiento.

Otras calles del centro, como son César Elguezabal, Navas?, también han sido objeto de una plantación masiva de bolardos, suponemos para evitar la invasión de las aceras por los automovilistas infractores.

Los bolardos, como al principio señalamos, son elementos eficaces para evitar la invasión de aceras y pasos de cebras por los automovilistas, pero también generan riesgos para personas con limitación visual, dificultades a las personas que se desplazan con sillas de ruedas e inconvenientes para los peatones, en general; además, siempre limitan las bandas libres peatonales.

En una época en la que todo el mundo habla de la Smart City y de la Smart Mobility -aunque nunca he llegado a entender que la ciudad o la movilidad puedan ser inteligentes- no deja de ser sorprendente que se recurra, de manera indiscriminada, a soluciones como la de los bolardos, que se implantaron por primera vez en Londres hace más de 200 años, lo que parece indicar que aparcar indebidamente se lleva haciendo antes que hubiera coches; también es cierto que, entonces, no se corría el riesgo de que te arrastrara el carruaje o el caballo, la grúa.

Los problemas de movilidad en las ciudades también se resuelven con medidas modestas e inteligentes y una medida «inteligente» de Smart Mobility sería que desde los servicios técnicos municipales se inventariasen los bolardos «plantados» y se racionalizase -redujese- el uso de los mismos; el hecho de poner bolardos de manera indiscriminada en las aceras para que no las invadan los automóviles, a la larga, solo sirve para favorecer a la industria metalúrgica.

La inteligencia de usar medidas disuasorias en su justo término, de manera comedida, es lo que garantiza que una solución no se transforme en un problema? Y, actualmente, en muchas calles de Alicante los bolardos son un problema más que una solución.