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Javier Mondéjar.

¿Apocalipsis zombi?

Domingo por la mañana: lista de tareas. Cuatro cuadros de confirmación, uno de ellos de tarea completada. De arriba abajo: Brexit; Pablo Iglesias, presidente; Donald Trump, presidente; Apocalipsis Zombi. Bueno, pues llevamos una marcada, no estábamos tan lejos de la otra y las que quedan podían caer como fruta madura, al fin y al cabo todo en la vida es susceptible de empeorar.

Domingo, 11 horas: se borra como en el «Ministerio del Tiempo» la foto de Pablo Manuel presidente hasta dentro de muchos muchos años y a cambio surge con fuerza la hipótesis de que Rajoy haya acertado con la táctica del fumando espero, lo que demuestra aquello de que quien resiste gana que alguna vez me he pedido como lema de mi escudo de armas para cuando el Rey me otorgue un merecido marquesado.

Es curioso, muy curioso, que la unión de Podemos y tropecientos más en vez de ganar votos los hayan perdido a chorro. Es absurdo como un belga por soleares que seis meses después ni se muera padre ni comamos la olla, que quedándose a distancia sideral del PSOE encima provoquen una victoria histórica del PP, lo que repite la historia de aquella misma pinza Angui-ta/Aznar que aupó al PP y fagocitó al PCE.

¿Y el Madrid de nuevo campeón de Europa? Pues claro. Si es que la historia es circular y si a los electores les dices que lo más normal -según las encuestas, ¿quién ha pagado esas encuestas?- es que Podemos gobierne y de paso ven que el referéndum en la Pérfida Albión ha ido como ha ido, pues bienvenidos al tablado de la antigua farsa. Al fin y al cabo más vale malísimo conocido que aventurero por recibir y no está el bolsillo del ciudadano medio para dispendios.

En las democracias normalmente el voto útil es convenientemente esgrimido por los que temen los cambios, a menudo con éxito. La experiencia del Brexit ha llevado a más de uno a pensar que los experimentos con gaseosa y han dado sus votos a los partidos más reconocibles, haciendo pegarse el batacazo tanto a los que ya daban la piel del oso por cazada como a los ciudadanos que bailando la yenka -izquierda, izquierda, derecha, derecha- se han quedado colgando de la brocha.

Al final la realidad es tozuda, por mucho que las encuestas disfracen lo que cada uno de nosotros piensa, como si el deporte nacional fuese engañar a la muchachita encuestadora que les pregunta a la salida del colegio electoral. ¿O creemos en teorías conspiranoicas? Porque tampoco pienso que sea tan inocente la cosa y si se ha manipulado la cocina para conseguir estos resultados, el PP ya puede darles un buen sobresueldo, al fin y al cabo, hay costumbre?

La noche electoral acabó en Alicante en el mismo momento en que el defensa se resbalaba y el Cádiz metía su golito, justo lo mismo de Podemosalavalencianaunidosmareas tropezando con un topillo y dejando que el PP marque a puerta vacía: pase usted, está en su casa. El votante tradicional de la derecha ha demostrado que por encima de todo es leal a los colores y que no va a votar a otros ni harto de anís. Y si por un casual se equivoca con Ciudadanos, como en diciembre, rápidamente rectifica si ve en peligro su hegemonía. Es lo mismo que ha pasado con Podemos y el PSOE, si bien los socialistas partían en desventaja, por las encuestas, por el filin y por ese desencanto tan de progresistas, estéticos ellos, que tanto agradecen los rivales. Ese mirarse en el espejo y preguntarse quién es la izquierda más bella provoca Apocalipsis Zombis, que es la última casilla que queda por marcar en la barra de tareas.

Ah, y Donald Trump, no le olvidemos.

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