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Crónicas precarias

¿Y el Día del Orgullo Hetero para cuándo?

Sé que estos días andaréis distraídos con las cosillas de las elecciones y tal, pero no dejemos que lo urgente nos impida ver lo importante. Ha llegado el momento de ponerse en pie y defender con uñas y dientes algo fundamental: los vilipendiados derechos de los heterosexuales. Quizás es políticamente incorrecto, pero yo no me callo. ¿Para cuándo un Día del Orgullo Hetero?

Es un clamor popular, somos legión los que exigimos una jornada de reconocimiento para este colectivo tradicionalmente perseguido. Una ocasión para salir a la calle y manifestarse sin miedo a posibles represalias. Como ya habréis podido imaginar, los poderes fácticos boicotean año tras año la iniciativa, así que debemos ser los ciudadanos de a pie quienes nos aseguremos de que la causa hetero no quede olvidada en la cuneta de la Historia.

Razones tenemos de sobra. En los últimos tiempos se está produciendo un preocupante aumento de las agresiones callejeras a heterosexuales. Buscad las cifras, no me invento nada. Pero sobre ese tema no se habla, absoluto apagón informativo.

No os imagináis cuantísimos adolescentes sufren acoso escolar por el simple hecho de ser heterosexuales. Los gritos de «¡Hetero de mierda!» que reciben. O la cantidad de miradas de asco e improperios que deben afrontar las parejas de distinto sexo cuando pasean de la mano o se besan en público. Los comentarios ofensivos en el trabajo, en las cenas familiares, en las quedadas de amigos.

Para muchos niños, el calvario empieza en la infancia, al comentar que les gusta alguna compañera de clase o viceversa. Los parientes, angustiados, se preguntarán qué hicieron mal para que les salga un hijo así y rechazarán comprarles ciertos juguetes por si les confunden y se desvían del todo. «¡La culpa es tuya por ponerle la película de La Cenicienta, ahora cree que eso es normal!».

De adultos, intentarán convencerles de que es una moda, algo temporal. «Pili, seguro que en el fondo no te gustan los hombres, es una fase. Será porque no ligas». Puede que incluso les intenten «curar», como si la orientación sexual fuera un sarampión. Pensad en todos esos padres que dejan de hablar a sus hijos o hasta les echan de casa cuando confiesan que se acuestan con mujeres.

«Si podéis casaros, ¿qué más queréis?», dicen algunos, creyendo que con un papel firmado ya se ha alcanzado la igualdad real. No señor, aún queda mucho camino por recorrer para que los heterosexuales gocen de los mismos privilegios que otros grupos.

Es indignante que desde algunas instituciones les tachen de enfermos o degenerados. Resulta vomitivo que se les intente vincular con la pederastia porque algunos hombres abusen de niñas pequeñas. Hay incluso quienes se oponen a que puedan adoptar, pues creen que un menor no se criaría bien «en ese ambiente». Y otros que van de modernos y tolerantes, pero defienden que uno sea lo que quiera en su casa, sin alardear, ordenadamente. Yo tengo amigos heteros, pero.

Eso por no hablar de los países en los que la heterosexualidad continúa siendo ilegal y se castiga con penas de cárcel o incluso con la muerte. Miles de heteros son torturados y asesinados cada año solamente por serlo. Tantas vidas destrozadas?

Al fin y al cabo, ¿no somos todos seremos humanos? ¡Acabemos con esta discriminación histórica! ¡El amor es amor! ¡Ya basta de heterofobia!

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